miércoles, 14 de marzo de 2012

Lisonjero, paradigma del encaste Lisardo


Foto: Burladero.com
La feria de Fallas va tomando forma. Poco a poco se van gastando cartuchos que van definiendo el principio de esta extraña temporada. El capítulo más alegre lo cerró el novillero valenciano Román, que ilusiona a propios y a extraños después de demostrar su descarado desparpajo. Es lo que echamos de menos, un novillero, no un matador de novillos, como estamos acostumbrados hoy en día. Esa facilidad en la cara de los novillos, esa perfección… El temple y las ganas cubren esos defectos que nos permitirán ver su evolución. ¿Qué cara se le debió quedar a Fernando Adrián cuando fue Santiago López, vía Simón Casas, para ofrecerle el apoderamiento después de matar a su primer novillo?

La novillada de El Parralejo fue buena, mucho dicen algunos. Lo que le faltó a la de Javier Molina, aunque vengan del mismo tronco. Siguiendo la línea ganadera, hay que pararse obligatoriamente en uno de los que echó Nicolás Fraile. Corrió segundo en una tarde de jóvenes valores, la esperanza de los aficionados. Lisonjero de Valdefresno que cayó en manos de un Diego Silveti laureado tras su paso por tierras mexicanas.

Decir Lisonjero es decir Lisardo. En forma y fondo. De bastas hechuras, gordo pero no pasado de kilos, no llegó a los 490 kg. Carifosco y badanudo, que da un plus de trapío. Le daba una presencia que llenaba la escena, acompañado por unos pitones que rozaban el cielo de Valencia. ¿Cuello? Ni para comer, por lo que nadie se pensaba en que podría descolgar. No era precisamente el toro más bonito.

De salida muy frio, nunca estuvo fijo. Iba de un capote a otro, e incluso siguiendo a los que estaban en el callejón. Después de un fuerte primer puyazo, Silveti hizo un quite por saltilleras no lleno de dificultad, por ese problema de fijeza típico del encaste Lisardo. Tampoco el de banderillas fue su mejor tercio. A partir de quedarse solo con el torero la cosa cambió. Este encaste es especial, tiene su tiempo que hay que conocer. Comenzó por estatuarios, pero ante su, todavía, falta de fijeza le arrolló. Pero a partir de ahí se vino arriba. Desde la primera tanda de naturales se comenzó a atisbar lo que nadie esperaba. La calidad, motor y nobleza florecieron. Ese cuello inexistente, como por arte de magia creció dos cuartas para humillar. Humillar haciendo surcos, como si estuviera arando el albero del coso de la calle Xátiva. Semicírculos perfectos que rodeaban a un torero que no logró calentar el ambiente a pesar de tener un cortijo en el pitón izquierdo. ¡El hocico lo tenía lleno de arena! Lo templó, sí, pero ese toro no se puede ir con las orejas puestas.

Un toro de bandera, de los que se acuerda uno cuando hace balance de la temporada. Estas son las sorpresas que nos encontramos cuando salimos del encaste Domecq, en sus diferentes vertientes porque no todo es lo mismo. Conocer y comprender las particularidades de cada encaste, nos hace tener una visión más amplia de la fiesta. Por tanto, hay que proteger esta riqueza genética que solo tiene la raza de lidia.

1 comentario:

Marcos Sanchidrián dijo...

Ahora mismo te enlazo, muchas gracias! Un abrazo