Doblaban campanas aquel sábado por el poeta Luis Rosales. Con él voló la Generación del 36. Entre Lorca y Miguel Hernández, sonata de una guerra. 'Aromas de otra época', como tituló Vicente Zabala en ABC. 'La faena de la temporada madrileña'
Se anunció Palomo Linares, Curro Vázquez, José Mari Manzanares, Ortega Cano, Paco Ojeda -en su lugar toreó El Soro-, Espartaco, Joselito y Javier Conde pero al que aún recuerdan los aficionados que lo vieron fue a Miguel Espinosa 'Armillita'.
Merece la pena recordar la crónica del genial Zabala:
'Armillita Chico vino desde México, donde es la máxima figura, para demostrar, por fin, los motivos por los que manda en la fiesta del país hermano. Miguel llevó a cabo la más hermosa faena de la temporada madrileña. Es difícil torear mejor. Ejecuta las suertes con naturalidad con ejemplar sentido de las distancias y un temple propio de los elegidos.
Torero de escuela, de muy buena escuela, torero por tradición y por vocación, artista genial e inspiradísimo, carente de afectación, con toda la técnica heredada del maestro Fermín, llamado por la afición española en su tiempo el 'Joselito mexicano', y una cadencia de 'faraón' azteca como aquella que hizo enloquecer con su lentitud a la afición de la nación hermana, que nacía de las muñecas del maestro de Texcoco, Silverio Pérez.
Los diez minutos que Miguel estuvo con la muleta delante del toro resultaron un deleite, para los que de verdad sienten y comprenden el arte de torear. Nada de afectación. Las suertes surgíande una manera fluída, armoniosa, increíblemente lentas, con unos modos y unas formas que dábamos por olvidados. ¡Qué pena no poder presenciar esta faena en San Isidro y con un toro de San Isidro...! Pero torear así es difícil hasta de salón. Durante muchos años se hablará de la maravillosa obra de Armillita. Estoy seguro de que el maestro Fermín ya le había tocado las palmas a la hora de haber decidido cruzar el charco para tan altruísta fin. Después de habrá sentido orgulloso de haber visto como el público español se levantaba de los asientos al remate de cada serie y los olés brotaban de las gargantas en catarata. Casi medio siglo después, Dios Mio'.
Mi fe sin sueños de amante.
Cuando abril se torne oscuero
será la arena en el muro
de la sonrisa distante.
¡Dadme el milagro constante
de su visión!
Solo voy
del solo sueño que soy
al soñar que hizo la nada
solo presencia mirada:
dial al tránsito aquí estoy.
A Federico García Lorca.
Abril. 1935.
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