El nombre de Mondoñedo en los carteles es motivo suficiente para la peregrinación a cualquier plaza por parte de los aficionados más exigentes de Colombia. La ganadería, santo y seña de la ganadería en el país cafetero, tiene tras de sí una apasionante historia que nace antes pero en la misma cabeza del precursor de la Santamaría y vuela hasta la sevillana La Puebla del Río.
A punto de cumplir un siglo de historia, el campo bravo no sería el mismo sin la idea que tuvo un genio, Ignacio Sanz de Santamaría, que dedicó su vida y su patrimonio para cambiar el toreo en Colombia. Todo comienza en la Hacienda La Holanda, a escasos 30 kilómetros de la capital, cuando los antepasados de don Ignacio la bautizaron así por los múltiples canalillos de agua que la atraviesan.
Ignacio Sanz de Santamaría dedicó toda su fortuna en dos ideas: la creación de la mayor plaza del país y traer bravura de España para modernizar el campo colombiano. Así fue cuando en 1923 desembarcaron los cuatro sementales del Conde Santa Coloma -'Liguero', 'Civilero', 'Canastillo' y 'Malavista'- y tres del Duque de Veragua -'Cigüeño', 'Cantinero' y 'Granadino'-. En la hacienda ya había ganado criollo a la usanza de la época, de pocas garantías. La amistad con ambos ganaderos fructificó en la primera revolución de la cabaña brava colombiana.
Aquí nace la historia de la ganadería en Colombia. En paralelo a este proceso, Ignacio Sanz de Santamaría comienza en 1928 la construcción de la mayor plaza de toros de Colombia. Fue el 8 de febrero de 1931 cuando la Santamaría -el nombre lo toma de don Ignacio- fue inaugurada en loir de multitudes con Manolo Martínez, Ángel Navas y Mariano Rodríguez en el cartel para lidiar los míticos toros de Mondoñedo.
Mientras, en la Hacienda La Holandesa, Rafael El Gallo se peleaba por seleccionar junto a don Ignacio las mejores vacas criollas con el objetivo de cruzarlas con el ganado español para crear la mejor ganadería de Colombia. Al poco tiempo, eliminó la vía Veragua dejando solo la línea de Ibarra.
Después de refrescar con los 'murubes' de Pastejé, llegó el momento determinante en la ganadería. En 1979, Fermín, nieto de don Ignacio, fue hasta La Puebla del Río a casa de los hermanos Peralta para buscar un reducto de puro encaste contreras. Tres sementales, 'Modisto', 'Naranjito' y 'Limonero', y una pequeña punta de vacas. A partir de ahí todo cambió. Hasta el momento predominaron los toros 'murubeños' de la vía Ibarra pero actualmente son los castaños de contreras los que predominan.
Hoy, Mondoñedo es sinónimo de exigencia y casta. Los toreros se anuncian con los toros de divisa azul, verde y plata para hacer sus gestas en el ruedo. Su trapío es la referencia de los aficionados toristas aunque es de reconocibles hechuras. Ignacio Sanz de Santamaría, sin saberlo, unió la historia de Colombia, Bogotá y La Puebla del Río gracias al toro. El mismo que aún pasta en la Hacienda La Holandesa impasible ante el insostenible crecimiento de la urbe, entre las montañas pero a la vez tan cerca de la megalópolis. El sueño de don Ignacio.
Publicado en Mundotoro. 17.01.2017.
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