lunes, 29 de mayo de 2017

El cerrojazo de Navarro



Manuel Navarro, o Navarro a secas, es una de las personalidades que más enjundia y solera tiene en la Maestranza de Sevilla. Hace treinta y cinco años comenzó a trabajar en las puertas de la plaza como tradición familiar. Cuenta que su bisabuelo fue el torilero de la Monumental de Gallito y con su cierre se lo trajeron al portón del Paseo de Colón. Ahí empezó la tradición generacional de los Navarro.

Navarro es un hombre querido. Así lo demuestra el trato por parte de sus compañeros y de los propios toreros que aprovechan su llegada al patio de caballos para saludar a su amigo, el del cerrojazo. Porque esa es su puerta y el cerrojo que más se abre cada tarde en la plaza, su artilugio. ‘Es un cerrojo con arte. Yo podría abrir la puerta así (y hace el movimiento suave) pero sonaría un poquito fino. Nosotros somos más toreros y queremos que en el patio de caballos también se sientan toreros con el cerrojazo’, explica Navarro.

Pañuelo blanco. Cerrojo. Y la banda del Maestro Tejera comienza a tocar el pasodoble Plaza de la Maestranza. Este es el orden que cada día durante las últimas décadas sigue la tradición en Sevilla. Se abre el portón, Navarro sale hacia la derecha y Victoriano, su compadre, a la izquierda. Son los primeros que pisan el albero cada tarde y eso les llena de responsabilidad y de orgullo.

‘Creo que somos de los poquitos que si nos quitan el sueldo, seguiríamos viniendo. Es nuestra vida’.

Reportaje publicado en Mundotoro. 07.05.2017. 

'Con P(epe) de Príncipe'

Solo le quedaba una carta. En la corrida y, probablemente, en una temporada que se pondría cuesta arriba. Así fue cuando se echó la muleta a la mano izquierda para torear. De verdad. Con todas las letras. Muy lento, con compás, largo. Pero sobre todo eso, despacio. La emergencia de quien está tieso pero con la certeza de que puede cambiar su sino. Como ya lo hizo en 2014. Como lo hizo en Madrid cuando empezaba. La Maestranza rugía como en las grandes tardes. Sevilla busca un príncipe al que cuidar como un tesoro.

Pepe Moral cerró la feria toreando. Y bien. Tiene el sevillano la cualidad del temple, el poso que da una alternativa que ya se pierde hace casi ocho años y el alma de quien quiere torear más de lo que torea. Además tiene expresión. Torea con compás y alarga el brazo. Y todo eso lo sacó con una variada corrida de Miura con hechuras de la casa en el que salieron dos de los complicados, dos que se dejaron y dos que se lesionaron de una mano -uno que apuntó nobleza y otro que iba para peligroso-, lo que les impidió para la lidia normal. Sevilla brillaba hoy con una luz especial. Será la nostalgia de sentir lo que estaba a punto de acabarse.

Abrió el lote del de Los Palacios un toro agalgado, con menos kilos y de mejor presencia que el primero. Lo lanceó con suavidad y remató con una arrebatada media. Tenía buen tranco el animal pero le faltaba un punto de empuje con el que va la humillación. Le puso inteligencia Moral para corregir los defectos del Miura que embestía de forma muy descompuesta. Ahí fue cuando mediada la faena lo apretó por el derecho, alargando la embestida y trasmitiendo al tendido. Con la música sonando, cogió la mano izquierda para interpretar el toreo caro. Otra por la derecha de mucha ligazón y profundidad. La tanda final con la izquierda y las trincherillas de remate -con el toro mirando al tendido en el final de cada muletazo- fueron el colofón a una faena que fue creciendo de forma progresiva. La estocada en todo lo alto le puso la oreja en la mano y la esperanza en lo que aún estaba por llegar.

Con dos largas cambiadas Pepe Moral recibió a 'Amapolo', un miura que superó con creces los seiscientos kilos pero más bajo, huesudo y enseñando las puntas. Se levantó con energía para seguir lanceando a la verónica ganando terreno hasta más allá del tercio. Lo llevó galleando con el capote a la espalda en el primer encuentro y lo dejó largo en el segundo. Se arrancó con alegría y embistió a media altura. La cabeza de Moral sabía que el toro le iba a dar una oportunidad soñada. Así fue como con la muleta en la izquierda empezó a torear al ralentí, enormemente despacio. El toro era noble y embestía al son de la templada muleta del sevillano. Una de esas virtudes que si un torero es capaz de encontrarle la velocidad o incluso reducírsela aún más tiene el alboroto garantizado. Tenía a la gente loca. En Sevilla suena el runrún cuando ya tienes una oreja en el esportón. 'Amapolo' iba dormido y a veces a su aire pero Pepe Moral toreó con tal compás que crujió la plaza. Se gustó en las trincherillas finales que rezumaron sabor. Con la espada montada, apretó la gente y apretó él. Apretó tanto que cayó un tanto baja que no bajonazo. ¿Tanto como para quitarle lo que se había ganado? Una vez más, el palco tuvo las de ganar en otra decisión que no solo le quita una oreja, sino que borra de un plumazo una Puerta del Príncipe que Pepe ganó a golpe de natural.

Esaú salió por su propio pie de la Maestranza de milagro. Para demostrar su compromiso, cruzó el ruedo para recibir en la puerta de chiqueros al primero de su lote. Con la dificultad que acarrea precisamente con esta divisa cuya salida suele ser al paso, orientándose y mirando hasta el vuelo de una avispa. Así fue como el toro le midió, arrolló, Esaú se tiró para esquivarlo pero el Miura se revolvió como el rabo de una lagartija y le pegó una tremenda paliza. Lo zarandeó, lo pisó y hasta derrotó, afortunadamente, con las palas del pitón. Quedó inmóvil en el ruedo en unos segundos de trágica incertidumbre. El toro causó el pánico en el ruedo yendo de picador a picador. Sin esperarlo y heroicamente, volvió al ruedo casi concluido el primer tercio. También fue peligroso en banderillas e incluso prendió por la chaquetilla a Curro Robles que expuso en el tercer par y lo buscó con saña en el ruedo. Un capote milagroso evitó algo mayor. Muy peligroso se puso también en la muleta, lanzando derrotes por encima del estaquillador. Mérito la tanda por el derecho. Por el izquierdo le dijo que 'su' tía. En un arreón, el toro se lesionó de la mano izquierda y tuvo que irse a por la espada.

El sexto tuvo mucho volumen. Lo lanceó bien Esaú de inicio y se arrancó de lejos en el segundo puyazos. Hubo transmisión en las primeras tandas por la movilidad del animal y el torero de Camas lo toreó con buen son sobre la mano derecha. El toro fue a menos y, por ende, la faena que se quedó en la buena disposición del coleta.

Solo tenía dos cartuchos Antonio Nazaré para dar la vuelta a su futuro. Pues bien, el primero fue pólvora mojada por el dudoso criterio presidencial de aguantar a un toro que, manifiestamente, se había lesionado de una mano en el primer tercio. No le sirvieron a la señora presidenta con las continuas caídas en banderillas para echarlo para atrás y obligó al de Dos Hermanas que se ahogara en un sinsentido. Estuvo limpio en una faena a media altura, siempre sujetándolo. Irreprochable su actuación. El cuarto tuvo esa salida de chiqueros típica de Miura. Este cárdeno tenía buenas hechuras, dentro de la altura natural de los del hierro de la A con asas. Nazaré lo sacó a los medios con el capote en una lidia de nota con el toro viniéndose por dentro. Hizo caso al público y lo dejó largo en el segundo encuentro con el picador. Puyazo en lo alto de Manuel Jesús Ruiz Román. Volvió a medir y a acortar en banderillas, lo que haría después en la muleta. Estuvo perfecto Nazaré sudando tinta china frente a un toro muy agresivo y complicado. Incluso llegó a meterse entre los pitones para sacarle todo lo que tenía con mucho mérito. La estocada quedó trasera y todo se quedó en una ovación.

Sevilla no dejó a Pepe Moral que se fuera a pie. No lo merecía. La bronca cuando salía en volandas por la Puerta Principal aún resuena en los ya vacíos tendidos de la Maestranza. La Feria no mereció más protagonismo de un palco que quiere ser la novia en todas las bodas. Sevilla mereció que un torero de Sevilla, su Sevilla, abriera su puerta más grande. Sevilla mereció la recompensa de encontrar a su príncipe: Pepe Moral.

Crónica publicada en Mundotoro. 07.05.2017.

Pepe Moral: 'Todos los toreros buscamos la inocencia de cuando empezamos'




El día antes de un compromiso como Sevilla, un torero está muy concentrado. Pepe Moral estaba encerrado en el campo, toreando de salón, estirando, evadiéndose del mundo. Por eso, fue un detalle que atendiera a nuestra llamada y viniera al Gran Meliá Colón para hablar de cómo vive un torero a 24 horas de torear en la Maestranza.

Tres sevillanos y la corrida de Miura. Todos los alicientes para la ciudad. ‘Espero con ansia que llegue mañana. La afición de Sevilla me lo ha dado todo’, afirma Moral.

Aprovechamos una de las salas del hotel en el que está expuesta una colección del pintor Humberto Parra y le pedimos que elija un cuadro. ¿Cuál fue? Una pista: ‘Cuando empecé a querer ser torero fue la mejor etapa de mi vida. La inocencia te hace florecer y tener inquietudes que de mayor perdernos Todos los toreros buscamos ese punto de inocencia para poder expresarlo delante del toro’.

'La corrida de Miura me trasmite buenas vibraciones'



Antonio Nazaré está preparado para cerrar la Feria en Sevilla. La corrida de Miura le espera junto con un duelo con compañeros de ciudad y de generación, Pepe Moral y Esaú Fernández. El sevillano nos recibió en el Gran Meliá Colón después de llegar directamente del campo en uno de sus últimos tentaderos antes del domingo.

Entrevista publicada en Mundotoro. 04.05.2017.

'Los toreros se alimentan como deportistas'



Javier Rico es el encargado de una parte fundamental en el alojamiento de los toreros en el Gran Meliá Colon: la alimentación. Para ello, tienen estipulado un menú preciso para que su rendimiento en la plaza sea el óptimo. ‘Suelen comer de 12 a 13 horas. Tanto el matador como la cuadrilla comen comida sana como los deportistas’, afirma el chef.

‘La comida que hacen habitualmente es pasta, ensalada, huevos tanto en tortilla como revueltos, y carne a la plancha que suele ser pollo’, nos adelanta. Y nos dice una curiosidad: ‘Los toreros comen en la habitación y las cuadrillas suelen comer en grupo en el restaurante’. 

Reportaje publicado en Mundotoro. 06.05.2017.

'Mimamos a los toreros y hacemos lo que nos piden'

Con el cariño que da una atención exclusiva, nos recibe Carmen en la habitación 432. Es la camarera de piso y está encargada de atender cualquier cosa que necesiten los toreros que se alojan en el Gran Meliá Colón.

‘Para nosotros es el hotel de los toreros. Mimamos a los toreros y hacemos lo que nos piden. No podemos entramos en la habitación desde que se van a la plaza porque les da mala suerte o les damos toallas viejitas para que se las lleven a la plaza para las labores del mozo de espadas. Si corta las orejas, a la vuelta ya podemos entrar a saludarlo’.

'Ofrecemos atención personalizada a cada torero'



Margarita Carballo es uno de los ejes del Gran Meliá Colón. Su función es hacer sentir a los toreros como en casa: ‘Doy seguimiento a la atención exclusiva de nuestros clientes y también para los toreros tenemos un dispositivo de atención personalizado. Estamos siempre pendientes de la corrida con Rosana, nuestra directora, para conocer en cada momento lo que está sucediendo para anticiparnos. Si el torero triunfa, subimos a su habitación una carta con una frase célebre de un torero y una botella de champán’.

Reportaje publicado en Mundotoro. 06.05.2017.

Rafael García, mozo de equipaje del Gran Meliá Colón



Rafael García es el mozo de equipajes del Gran Meliá Colón. Habla con pasión de a quien le gusta lo que hace. Es el encargado de recibir a los toreros y ayudan a los mozos de espadas a descargar las grandes furgonetas que les acompañan en cada desplazamiento.

‘Se les presta ayuda con los carros, donde colgamos los vestidos y les damos paso al garaje donde tenemos una mesa para que limpien los capotes, darle tinte a las manoletinas o coser alguna media’.  

‘Solemos ayudar al mozo de espadas a subir los vestidos. Les aportamos una silla de mimbre donde montan el traje’. 

‘Antiguamente nos dejaban montar sus capillas’.

‘Lo único que se suelen subir son los vestidos de torear, el resto lo dejan abajo’. 

Reportaje publicado en Mundotoro. 06.05.2017.

'Inmenso Ferrera'

Verónica a verónica fue ganando terreno. Más lenta cada una que la anterior. Más despacio todavía. El toro se dormía en los vuelos del capote y el torero se desmayaba en cada lance. Así llegó a la boca de riego. ¿Una más? Claro. Mecía más que echaba el capote. Ningún cite. Sin brusquedad. Retorcía la figura buscando lo más largo todavía. En otros era un viaje cortito a velocidad cero. De borrachera. Figura barroca. Estampa antigua. Cuando llegó la media, toro y torero estaban ya en la otra punta del platillo. Otra media más de cartel con la música sonando como solo suena en Sevilla. Antonio Ferrera sublimó el toreo de capote. Qué torero.

Ferrera enloqueció física y literalmente la Maestranza que se había rendido a la magia de un inicio que quedó para los anales. 'Sombrerero' tenía un gran son en la embestida. Auguraba cante grande. Empujó en el peto, a lo que Ferrera le respondió sacándolo por caleseras. Vistosidad y riesgo a partes iguales. Había temple en cada viaje y en cada lance. Monstruoso. Tomó los palos, cuadró en dos pares sensacionales pero cuando tenía ya el tercer par en la mano, 'Sombrerero' fue a rematar en el burladero de matadores y se rompió la mano izquierda. No lo devolvió el presidente en primera instancia formando un auténtico altercado público. Cambió el tercio, cogió el teléfono y finalmente lo devolvió. Acto no reglamentario por la incompetencia supina del usía que fue solventada con buen criterio en el callejón.

Ya había pasado el ecuador de la tarde. Padilla exprimió al anodino primero, Ferrera dio una lección con el manso segundo y López Simón se encontró con 'Bellito'. A la postre, este colorado, de buenas hechuras, caja con el peso justo y acapachado aunque recogido de cuerna, fue un toro de nota dentro de la baja puntuación que nos dejó el encierro de El Pilar. El malogrado 'Sombrerero' apuntaba cosas de ensueño pero si la vida es injusta, el toreo es casi un imposible.

Nadie vio lo que tuvo que apreciar Ferrera para ponerse tan de verdad con el segundo. Tocado de pitones, alto, fino de cabos. Suelto como una veleta fue en los capotes, buscando siempre el refugio de las tablas cada vez más cerca de chiqueros. Precisamente allí terminó y fue donde Ferrera tuvo que instrumentar la laboriosa faena tras sendos pares de Padilla y el extremeño de mucha exposición. Lo enceló en la muleta, buscando y encontrando las alturas y distancias. Ahí fue cuando con la mano izquierda extrajo un puñado de muletazos con la franela retrasada, tirando de él, componiendo y llegando al tendido. Pulseando cada viaje, sin brusquedad. Tuvo mérito no solo extraer lo que no tenía sino, además, hacerlo así de bonito. La estocada cayó desprendida, el toro rodó sin puntilla, el público pidió la oreja... y el presidente volvió a quitarle otro trofeo en 'su' Sevilla.

Las ilusiones se fueron al traste con la lesión del quinto. Nada hacía esperar que saliese un toro mejor que el que se había ido por el desolladero. Certero Lebrija para apuntillar al toro que no acompañó a los cabestros. En su lugar salió otro basto de hechuras, largo de viga y alto de cruz. No tenía nada que ver. Apenas se empleó en el caballo, buscando siempre los pechos, y no banderilleó. A pesar de todo, brindó al público. La falta de fuerza era evidente pero Ferrera lo llevó a media altura, sin someterlo pero enseñándolo, alargando el muletazo un poquito más de hasta donde el toro quería. Y justo en ese momento, cuando encontró la tecla, se rompió con él. Los cambios de mano y los pases de pecho hasta la hombrera contraria fueron de volverse loco. Es que Ferrera torea reunido, encajado y a la vez natural, templado y con verdad. Y eso llega al público. Todo fue muy despacio. El final a dos manos fue el colofón magnífico a una tarde grande. Sin tiempo para sentarse montó la espada, entró y salió prendido por el pecho en unos instantes dramáticos. Volvió a la carga, pinchó arriba y el toro hizo por él. Aún quedaba una, cuando el toro, sin moverse, le tapó la salida pegándole un tornillazo en la barbilla. No había doblado el toro y tenía a Sevilla a sus pies. Rendida. Ferrera volvía una semana después para demostrar que es un torero enorme.

El tercero fue otra historia ya de salida. De mejores hechuras, embistió con buen son en el capote de López Simón que ejecutó un buen toreo de verónica en apenas una baldosa. Peleó en varas con brío y tuvo una fijeza que mantuvo durante toda la lidia en banderillas. El madrileño se colocó en la segunda raya para empezar a torear sin preámbulos. Por la derecha. El toro se rebosaba en cada embestida, colocaba la cara y se abría una barbaridad. Un superclase. Simón ligó con pulcritud tandas que tuvieron en la largura, la reunión y en la limpieza lo mejor. 'Bellito' siguió creciendo sobre el pitón izquierdo siempre tomando la muleta por abajo con una gran humillación. De nota porque mantuvo las cualidades hasta el final de una faena medida en duración. El madrileño pinchó en dos ocasiones y dejó la sensación de que deberíamos haber salido hablando de él. 'Bellito' se fue entre una gran ovación entre algunos gestos circulares que pidieron un premio mayor para él. López Simón también saludó en el tercio.

Padilla solo pudo estar como estuvo, sacando todo lo que tenía un lote ayuno de esas cosas que hacen falta para que aquello rompa. El primero, alto de agujas, montado, arrolló en los primeros lances al jerezano que a punto estuvo de llevárselo puesto. Pareó junto a Ferrera en un áspero aunque vistoso tercio. No tuvo brillantez este aunque Padilla consiguió una tanda de buen oficio mediada la faena. Sin más. El cuarto también fue alto y largo. Tuvo movilidad en los primeros tercios aunque sin terminar de emplearse. En la muleta tuvo nobleza pero sin emoción. Padilla le hilvanó la faena en los medios sin la brillantez necesaria para levantar la tarde. Sevilla quiere al Pirata que saludó dos ovaciones.

Cerró la tarde el toro más feo de todo el envío. Ensillado, enseñando las puntas, muy serio. No tuvo lucimiento los primeros tercios, siempre soltando la cara. Fue incómodo en la muleta por su aspereza y falta de cualquier cualidad. La faena de Simón nunca tomó vuelo.

A Ferrera ya le cantan. La cara en la segunda vuelta al ruedo hablaba del dolor, de la dureza de una vida persiguiendo un sueño. Se veía el reflejo de una lucha que nunca acaba. De una noche que se alarga entre las tinieblas de un nuevo amanecer. Sin orejas pero con reconocimiento. Ferrera estuvo enorme.

Publicado en Mundotoro. 06.05.2017.

El espectáculo de la calle Iris, desde dentro



Casi al final de la calle Antonia Díaz cuando vienes del cruce con Adriano, justo antes de encontrarte con Curro Romero y la inmensidad del Paseo de Colón se abre una calle muy pequeñita y estrecha que nunca pasaría desapercibida. Esa cuesta adoquinada con un punto de pendiente, su puerta enrejada que da acceso a la Maestranza y el número 16 que asoma por la entrada más esperada.

Es la calle Iris. La calle más torera de cuantas pudieron hacer. El punto de comunión entre los toreros y el público. Allí cada tarde, la gente comprueba que el que se viste de luces no es uno más. Allí se venera al héroe que encuentra en esos 50 metros el motivo por el que es capaz de hacer lo que los demás no hacen.

Flashes, selfies, estampitas, gritos de admiración. Cientos de personas se arremolinan a la espera de la llegada de los toreros que atienden uno a uno a lo que llamarían ‘fans’ si se dedicaran al cante o al balón.

Vive la calle Iris como si estuvieras desde dentro. Desde su soledad hasta su pasión desbordada. Entra a descubrir su grandeza.

Reportaje publicado en Mundotoro. 05.05.2017

El Colón, la casa de los toreros en Sevilla



¿Por qué los toreros eligen el Gran Meliá Colón para alojarse cuando torean en Sevilla? ¿Qué diferencia a este hotel del resto? ¿Cuáles son las peculiaridades de los toreros antes de torear en la Maestranza?

Rosana González, General Manager del Gran Meliá Colón nos recibe en el lobby del hotel siempre con una sonrisa. Son días de máximo ajetreo en el hotel referencia para el mundo del toro en Sevilla. Exposiciones, tertulias y numerosas personalidades se alojan estos días en el Colón, como se conoce al hotel por antonomasia de la capital Hispalense.

Es el día de hablar de cómo es un torero antes y después de una de las corridas más importantes de su temporada. Seguro que hay muchas cosas que no conocías.

Reportaje publicado en Mundotoro. 05.05.2017.

Sevilla es Feria



Es Viernes de Farolillos. Poco a poco, la semana más festiva del año en Sevilla va desembocando en el final. Miles de personas llenan cada día el Real de la Feria tanto de día como de noche. Durante la mañana, los sevillanos aprovechan para comer y prepararse para ir a la Maestranza en un majestuoso coche de caballos.

El ambiente es de grandeza. Una caseta roja y blanca, la sigue una verdiblanca. Sevilla y Betis. Suenan sevillanas que se van confundiendo según pasas de una caseta a otra. Hay alegría y amistad. Esto es Sevilla en Feria.

Reportaje publicado en Mundotoro. 05.05.2017.

'El conquistador y el príncipe Derramado'

Pasó como un huracán por Sevilla un conquistador. Acostumbrados a las medianías de los neogobernantes que no ven más allá de su frontera, acongoja ver a un rey de puño férreo que subió al trono sin pasar por principado. Arrojado. Su arma radica en el valor y, por ende, es capaz de dominarlos a todos. Hizo romper al manso que huyó como un cobarde y pudo también con el que se quería ir pero al que, esta vez, no dejó. Su arma, su muleta. Su ejército, un corazón intrépido. Pero al rey le sucedió un príncipe. Sevilla sabe de eso. ‘Derramado’ se fue con honores después dejar en el ruedo las mejores embestidas de lo que llevamos de Feria. Castella plantó batalla, dejó un inicio soberbio pero la espada no entró.

De hechuras variadas, aunque buenas en líneas generales, y serios de aspecto, el envío de Victoriano Del Río tuvo un punto manso, siempre buscando la salida en los primeros tercios y, también, en la muleta como hicieron todos, excepto el cuarto. Manzanares exprimió al geniudo segundo hasta que tuvo que correr tras él, mientras que el quinto nunca estuvo metido en la muleta. O el primero, que parecía que sí pero en la segunda tanda se desinfló. O el tercero bis, al que Roca Rey sacó el fondo que tenía en la misma puerta de chiqueros. O el sexto que si no se fue, fue por la muleta grande del peruano. Solo falta el cuarto, que merece un capítulo por sí mismo. Tanto en su morfología como en el comportamiento recordó a ‘lo’ de Atanasio… aunque el ganadero jure y perjure que en El Palomar no queda nada.

Sevilla ya sabía del desparpajo de Roca Rey. Sabía, también, que es un gallo nuevo que acaba de llegar a un corral con sementales de primera. Lo vio cuando Castella se fue a la puerta de chiqueros con un vendaval terrible o cuando Manzanares se apretó con el genio del segundo. Era su turno. No valió el burraco que se fue de vuelta con el pañuelo verde. En su lugar salió un toro que casi alcanzó los seiscientos kilos. Alto, bastote de hechuras, con desarrollo de pitón pero cerrando la cara arriba. Tuvo temple de salida y lo midieron tanto en el caballo que en el segundo envite el pica levantó el palo con el toro levantando al jaco. Roca Rey se quedó solo con el toro. Había sido pronto y alegre en banderillas, todo medido. Comenzó por estatuarios, firmes, hieráticos. Con la izquierda sorprendió con un cambiado por la espalda. Sin enmendarse. Citó con la derecha pero el toro, como preso por el pánico, buscó el refugio de los toriles.

Allí se fue el peruano. Justo debajo del reloj que marcaba ya pasadas las siete y media. Apretó el toro en la segunda raya y apretó el torero, exigiendo por abajo lo que jamás pensamos que podía ’Soleares’. Porque los toros rompen cuando un torero tiene la firmeza, la decisión y pisa el terreno que lo hace Roca Rey. El vendaval fue un invitado al que Andrés dejó pasar porque aunque la muleta volaba, se puso sobre la mano izquierda para instrumentar una tanda superior. Otra vez con la derecha, logró una conjunción, una reunión, una mano baja y una largura que puso en pie la plaza. Además, remató con una arrucina milimétrica que enlazó con el de pecho. Luego llegaron los circulares pasándoselo por la bragueta, dos arrucinas más, los desplantes con insultante superioridad. Marcó la suerte de matar, esperó, citó y cobró un auténtico espadazo. El toro salió despavorido buscando la muerte que se tragó durante un largo tiempo. Tenía Sevilla tantas ganas de ser conquistada que no le dejaron descabellar. Y así fue, dos orejas.

Para añadir épica a una tarde que buscaba ya las tres horas, apareció el arco iris coronando la Giralda y se rompió el cielo sin previsión alguna de lluvia. Apareció el paraguas de algún ‘apretado’ de los ‘porsiacasos’ pero los más se mojaron. Salió un toro de más alzada, largo, enseñando las palas pero reunido de cara. Ni lo picaron ni se dejó. Los primeros tercios pasaron con el toro vagando a ninguna parte. Como a Roca Rey le daba igual lo que saliera, le bajó la mano desde el primer muletazo, le dejó la muleta siempre en la cara y el toro respondió. La banda también lo hizo, sonando desde la primera tanda. Fue capaz de fijar a un toro que no quería hacer nada de lo que estaba haciendo. Por el izquierdo, ni uno. Tenía la oreja. La gente que aguantó estoicamente quería que viera cómo caen las gotas por el Guadalquivir en hombros. Pero entró con el corazón más que con la cabeza y la Puerta de Príncipe se quedó en un 'Hasta San Miguel'.

Entre medias salió ‘Derramado’. Príncipe. De grande aspecto, serio, abriendo la cara y largo. Un tío. Humilló en el capote, empujó en el peto y se movió con brío en banderillas, sobre todo en un gran par de Chacón. Castella lo toreó de modo superior en el inicio por abajo, sacándoselo a los medios. Hubo trincherillas y un desdén que aún pulula por ahí. El toro se rebosaba en el viaje y se abría tanto, embistiendo con calidad y una clase excepcional. La primera tanda, dando distancia, evidenció las capacidades del toro y los muletazos largos y profundos del francés. Hubo comunión con el tendido. También con la música que se arrancó iniciada la faena. Tuvo la faena la reunión y ligazón que el toro merecía. Bravo. Siempre queriendo coger los vuelos por abajo con una clase infinita. A la tanda por el izquierdo, que se quedó en una serie, la faltó redondez. El viento siempre estuvo ahí. La faena avanzaba y ‘Derramado’ mantenía eso que solo tienen los bravos de verdad, buen son, tranco y la humillación con la que sueñan los ganaderos. Cerró el francés por manoletinas antes de enterrar una estocada trasera que no se llevó la vida del gran toro. Necesitó del descabello y el triunfo voló. Solo asomó el pañuelo azul. Vuelta con honores para el toro y con gratitud para Castella.

Y es que Castella llegó a Sevilla yéndose a la puerta de chiqueros para recibir al que abrió la tarde. Tuvo que esperar a que arreciara el viento que volaba el pesado capote como quien vuela una pluma. Aguantó con arrestos la mirada del toro mientras intentaba controlar la indomable tela. Fue tan brillante como emocionante. Este ensabanado, estrecho de testa y suelto de carnes, arremetió contra el picador en el mismo momento que hizo escena, lo derribó, quedando una pierna aprisionada con el caballo. A pecho descubierto, con el toro encima pero por fortuna divina, saltó por encima. Solo duró este una tanda antes de perder el fuelle. Firmeza del francés.

Sumaba Manzanares su tercer paseíllo esta primavera en Sevilla. Como está ‘en casa’, el alicantino se autoexige más que en ningún otro lugar. Hubo un atisbo de esperanza con el segundo, con la cara hacia delante, montado y con poco cuello. Entró Roca Rey a quitar por caleserinas y Rafa Rosa dejó un gran par con el toro arreando, como arreó a Suso cuando quiso cerrarlo a una mano en el burladero del 2. En la segunda raya se puso a torear sin miramientos. El toro era exigente por geniudo. Calamocheó en los incómodos finales pero Manzanares le puso la muleta para fajarse de poder a poder con el toro. Se apretó con el toro que no era nada fácil. Con la muleta en la izquierda, el toro huyó despavorido a chiqueros donde murió la faena. La estocada, rotunda, fue marca de la casa. Menos historia tuvo el quinto capítulo. Siempre soltando la cara, Manzanares encontró la forma de sacar una tanda mediado el trasteo con lucimiento dentro de un cuadro imposible.

Crónica publicada en Mundotoro. 05.05.2017.

'A la orilla del río'

A donde van a parar las ilusiones, los sueños, las pesadillas, las alegrías y los sinsabores. La vida que nace y muere con la esperanza de un nuevo despertar. La dicha de una nueva embestida, de un muletazo que es caricia contra la agresividad natural. Un ideal que navegó a veces con el viento de popa que lo impulsa y lo lanza. Morante, Talavante y Mora ejercieron de capitanes de su destino. Dueños de un timón férreo con la sutil suavidad de quien sortea las olas. Pero todo quedó ahí donde mueren las ilusiones y los sueños, a la orilla del río.

Porque a la orilla del río quedaron las ilusiones de Morante que busca en Sevilla comprender por qué el toreo le llamo a él. Morante es la inteligencia unido a una capacidad innata. Con eso que le fluye. La naturalidad hecha torero. Así fue como en su cuarta cita con la Maestranza quiso como nunca antes. El primero fue un tío. Fuerte aunque bajo, cornidelantero y astifino. Fue ovacionado de salida. Siempre suelto en el capote y en los dos encuentros con el peto, Carretero se fajó para sujetarlo pero su condición le hacía irse cuando veía la puerta abierta. Ahí fue cuando se quedó Morante solo con el de Cuvillo. Suave, muy suave, dio celo al toro sacándolo entre las dos rayas de picar. Clave. El toro solo quería zafarse de la muleta con serios arreones y el incómodo viento se hizo presente.

No importó. Morante se echó la muleta a la mano izquierda para instrumentar dos naturales primero y una tanda de media docena después de los de reconciliarse con el toreo. Roto, encajado, hundido pero sin descomponer un ápice la figura. Si buenos fueron los de por abajo, el que pegó por arriba para ligarlo con el de pecho fue de cartel. Ya nos habíamos olvidado que por el izquierdo era donde el toro huía en el primer tercio y que el viento era un incómodo compañero de viaje. Qué bonito sonaba Suspiros de España. Con garbo y torería, cerró al toro una miajita como bailando con la muleta y el toro. Ahí fue cuando cogió la derecha. El toro pesaba y apretaba en los adentros pero ahí era donde venían el muletazo sublime. Largo. Eterno. Voz fuerte del sevillano para provocar a 'Sombrerero' y salió el olé profundo y ronco de lo que llega a dentro. Ya nos habíamos olvidado de su genio, de su aspereza, de lo que cuesta un toro así en ese terreno. Morante lo hace y punto. Dejó un espadazo que por punto trasero alargó la muerte. Incomprensiblemente eso enfrió a una parte del público que se negó a la evidencia. Otra gran porción pidió la oreja. El presidente hizo caso a los primeros.

Morante tiene eso que da ser especial. Imprevisible. El último toro de su particular feria no mereció todo lo que le hizo. Quiso con el capote. Tres verónicas de cartel con el toro metiéndose por dentro y un quite por chicuelinas que apuntaba a grande pero quedó inconcluso porque quería irse ahí donde fue a morir. Pero Morante es genial. Paró a Carretero que se iba a colocar el primer par y le pidió las banderillas. Ni el toro estaba para banderillear ni Morante quería irse sin vaciarse. Arreó y de qué manera en el primer par. En el segundo cuadró en la cara. Y en el tercero surgió la magia. Con el hombro derecho pegado en las tablas que miran a la Puerta del Príncipe. El toro en el burladero. Cita. El toro le miró sin ir. Aguantó estoico el sevillano que lo provocó más. Dos pasos. La distancia era corta y peligrosa. Volvió a citar, el toro arrancó, marcó la suerte del quiebro con soberana maestría y saludó con toda la Maestranza en pie. Todo fue un espejismo cuando tomó la muleta. Un suspiro roto. Una voz aflautada en un cuerpo de hombre recio. Un gatillazo. El toro se rajó antes incluso del segundo tercio. Lo intentó tapándole la cara o fijando por abajo pero fue una pelea imposible. Hubo muletazos aprovechando el viaje del toro por ahí. Hubo esperanza. Hasta el abaniqueo con el que cerró fue precioso. Se tiró a matar como si se jugara algo más. Es Morante.

Dos toros buenos con distinta condición trajo Núñez del Cuvillo dentro de una corrida de buenas aunque distintas hechuras. Bravo fue el segundo. Un toro menos apretado que el primero aunque lleno y bajo, amplio de sienes y con cuello. De salida ya colocó la cara y cumplió en el caballo pero fue en banderillas cuando se evidenció su buen tranco. Pronto, con ritmo y franqueza, Talavante toreó reunido y con ajuste sobre la mano izquierda en una tanda muy jaleada. El viento siempre estaba ahí. Este fue otro importante 'Esparraguero', como aquel jabonero que consagró a Talavante en El Pilar de Zaragoza en el ya lejano año 11. Bravo. No excedió el extremeño en una faena medida. Salió trompicado de la estocada después de que se quedara en la cara en el embroque, lo que dio más emotividad al último encuentro. Esta vez el toro cayó rápido, la petición fue similar a la del primero pero esta vez el premio fue de oreja.

El otro bueno fue 'Novelero'. Este tercero más encastado que bravo. Salpicado de pinta y más basto de hechuras en su conjunto. Se movió en el capote de David Mora e incluso arreó con fuerza en el caballo, recargando, aunque amagó con tirar la toalla. Fueron emocionantes las banderillas de Antoñares y José María Tejero, que expusieron en demasía sobre todo en el tercer par. Se dobló David con él, llevándolo muy suave. Respondió el de Cuvillo desde la primera tanda con embestidas profundas. Lo mejor llegó al natural, donde el torero puso corazón y alma sin pensar en más allá. Lo apretó, incluso, toreando por abajo y el toro respondió con entrega. Pero ahí fue cuando se sintió podido y lo que antes era profundidad se convirtió en intentos voluntarios de fuga. La espada le hubiera puesto una oreja en la mano pero un pinchazo previo a la estocada fulminó con cualquier esperanza.

Las tardes son un viaje por las emociones. Te suben y bajan en cuestión de minutos. Esta fue de las que arrancaron con fuerza. Cuatro capítulos intensos, con ritmo. Trepidantes. Pero el colofón descafeinó lo que empezó siendo grande. El quinto estaba hecho más cuesta arriba y salió suelto desde la salida. Siempre embistió descompuesto incluso cuando intentó fijarlo con brillantez Valentín Luján. Talavante estuvo firme pero se alargó en una labor de escaso eco por los viajes descompuestos del burel.

El sexto fue la ejemplificación de que los anhelos de la undécima de feria murieron a la orilla. Astifino y con caja, humilló y embistió con ritmo de salida. Apretó en el caballo y colocó la cara en el quite de Mora. Ángel Otero dio espectáculo en banderillas con dos pares cuadrando en la cara. Rompió 'Barrilero' desde la primera tanda con codicia y repetición. Mora lo exigió primero y se relajo después. A pesar de que nos las prometíamos felices, al toro le empezó a costar el tercer muletazo. Después amagó con irse. Y a la definitiva, se fue.

Por un momento, los sueños parecieron navegar por un río bravío e indomable. El destino o el camino fueron conduciendo a la orilla. La orilla donde se embarran las esperanzas. Donde muere el presente. Donde nace el recuerdo.

Crónica publicada en Mundotoro. 04.05.2017.

'De Feria'

Estaba Sevilla con aire de Sábado de Farolillos. Había alegría en el tendido que se volcó con la entrega de la terna de toreros-banderilleros que volvía a copar un mismo cartel. Un público agradecido que se dividía entre los que vinieron expresamente de la Feria a rebufo del cartel y los que se quedaron en el Real a la vista de los casi tres cuartos de aforo que se completaron. Juan José Padilla y El Fandi, aparte de sortear dos toros con grandes cualidades, contaron con el beneplácito de la concurrencia que disfrutaron durante la lidia y mostraron sus pasiones cuando la presidenta no concedió sendos trofeos que la plaza pedía de forma clamorosa.

El cuarto y el quinto fueron el cenit de una corrida bien presentada y seria de Jandilla. Toda la corrida corta de manos, preciosa de hechuras y con las caras que aportaban más seriedad aún al conjunto. Como virtud, la corrida tuvo movilidad -excepto el rajado sexto-, la clase y la fijeza. El cuarto desbordaba cada embestida desde el capote de Padilla, mientras que el que correspondió a El Fandi tuvo ritmo y profundidad. Hubo otro toro con cualidades, el primero, que quiso aunque tuvo el defecto de querer irse, pero cuando fue lo hizo con infinita calidad y recorrido. No tuvo la fortuna de que ninguno cayera en sus manos Manuel Escribano que tuvo que lidiar con los toros de menos puntuación.

El eje argumental de la corrida fue el tercio de banderillas. Una corrida habitual durante décadas con un público muy amplio que se vio hoy representado. Volvieron a compartir y a competir en un reñido duelo entre los especialistas del escalafón. Se vieron un gran carrusel de suertes: de poder a poder, dentro a fuera, el quiebro, la moviola, el violín o la calafia.

El Fandi se apretó con el quinto cuando en el primer muletazo de rodillas, esperando al toro en los medios, recibió una cornada en el muslo derecho a la altura de la rodilla. El toro se le cruzó y por astifino, le hizo presa con solo rozarle. El de Jandilla era acapachado y serio por delante y bien hecho pero con trapío por detrás. Ilusionó en el primer tercio por su embestida de infinita calidad, buen tranco, abriéndose y yéndose lejos en cada capotazo templado del granadino. Toreó bien con la capa con una media tras el quite de corte superior. En banderillas, galopó lo que dio un aire especial al buen par a la moviola que clavó con precisión de cirujano. Había que llevarlo muy toreado, por eso llegó el percance y por eso se volvió a colar en el siguiente cite de largo. Fandi tomó la media distancia donde el toro obedeció humillando, desplazándose muy largo también por el pitón izquierdo donde toreó muy encajado y con temple. Bravo y encantado fue el de la estrella. En el tramo final, las tandas se sucedieron más cortas pero efectistas. Puso al toro mirando a las tablas para ejecutar la suerte de recibir pero la espada quedó caída. A eso se agarró el palco para no conceder un primer trofeo que, como dice el reglamento, otorga el público. Después de la vuelta al ruedo y la consiguiente bronca, pasó a la enfermería para ser operado de la cornada..

Tampoco atendió al público la exigente Anabel en el cuarto. Padilla es ídolo en Sevilla y lo sabe. Se fue a la puerta de chiqueros para recibir a 'Caudillo' y no fue una sino hasta cuatro las largas de rodillas que recetó el jerezano. Como una revolución, fue hacia el toro para enjaretar una tras otra entre el desparrame general. También fue serio el colorado con el pial de Vegahermosa, enseñando las puntas, pero de buenas hechuras como lo fue toda la corrida. Embistió con clase en un exigente primer tercio en el que El Fandi quitó por lopecinas, mientras que El Pirata rescató los faroles invertidos que por infrecuentes en la lidia actual resultan incluso agradables. Compartió banderillas, esta vez, con Fandila que bordó la moviola. No se quedó atrás Padilla que aguantó como un jabato como le midió antes de clavar al violín y quedar a merced en la cara. De rodillas arrancó con la muleta para sacar al toro hacia afuera. Había en el toro movilidad y franqueza, sobre todo, por el derecho. Ahí fue cuando, ya mediada la faena, se apretó en una tanda muy reunida que a la postre sería lo mejor y único. Toreando por bajo concluyó antes de que la espada quedase desprendida. El público se desgañitó pidiendo un trofeo que nunca llegó pero que lo consoló en una lenta y jaleada vuelta al ruedo.

El primero siempre se quiso ir. Desde el capote salió suelto, mirando a las tablas cuando las tenia cerca, y los chiqueros cuando se alejaba galope va. Este era muy corto de manos, con cuello y la cara en su sitio. El Fandi entró en el tercio de quites por chicuelinas aprovechando la inercia cuando pasaba el toro queriéndose marchar aunque con un galope con buen son. Contra pronóstico, solo invitó a Escribano a parear. Estuvo torero y lidiador Padilla con él que dejó lo mejor en los doblones por abajo, sometiendo y fijando al toro. Solo veía muleta. Se quedó en el centro del anillo para empezar a desarrollar sus virtudes como fue el recorrido con calidad. Tuvo profundidad también por el izquierdo donde, además, tuvo la fijeza que no encontró en los primeros tercios. El toro explotó todas sus cualidades aunque siempre Padilla lo tapó la salida de forma magistral. Tardó en doblar el animal y hubo de necesitar un efectivo golpe de descabello. Hubo petición pero sin la aclamación de las ya citadas.

Tuvo la corrida otros tres capítulos de menor lucimiento. El segundo fue un toro con mucho ímpetu pero sin apenas entrega. La movilidad fue en tono defensivo, arrollando más que queriéndola tomar con franqueza. Hubo riesgo en tres ceñidas largas cambiadas e incluso la tercera midiendo un segundo que se hizo eterno. No tuvo material Manuel Escribano que sorteó en primer lugar un toro que soltaba la cara con mucha violencia y un sexto que se rajó en cuanto se sintió podido en dos tandas de mucho sometimiento.

En las dos ocasiones se fue a la puerta de chiqueros para recibir a su lote. Hubo frialdad, sobre todo, en la del sexto que apenas levantó alguna palma de un público que tenía la mente ya en el viaje de vuelta. Un par al quiebro en las mismas tablas en el tercero emocionó. A este le encontró la distancia para que no le tocara las telas a su rubricada embestida. Un mérito dada su condición. En el sexto ejecutó la arriesgada suerte de la calafia. Este se movía con clase pero le costaba un mundo. Así fue cuando después de un puñado de buenos multados, echó la persiana y se rajó.

Antes de que el sexto fuera camino del desolladero, los tendidos se habían desalojado con prisa. Volvían a poner rumbo a la Feria para contar a los que se habían quedado en las sillas de enea que Padilla es el ídolo de Sevilla, que El Fandi había toreado muy despacio con una cornada y que el pobre Escribano no tuvo suerte pero que estuvo muy bien en banderillas. También se acordaron de la racanería de la Dama de Hierro. Y de los tres toros de Jandilla que animaron la tarde.

Crónica publicada en Mundotoro. 03.05.2017.

'Eso que se puede hacer con un toro'

El toreo, cuando vacía al artista, duele. Duele porque no sabe cómo, cuándo o dónde volverá a ser. A Ferrera le dolió porque se vació justo dos años después donde ya le había dolido. Con maestría, y una torería sin igual, toreó de forma superior a un toro con el que muy pocos apostarían un duro. Una obra para recrearse justo a esta distancia y aquella altura. Milimétrico. Ureña se adelantó al pasear una oreja con un Victorino de otros matices y aguantó Escribano para torear despacio a otro que embistió al ralentí. Pero eso, lo que se puede hacer con un toro, lo hizo Ferrera.

Había runrún en Sevilla con Cobradiezmos aún en la memoria reciente del público y una terna con una sólida línea argumental. Del primero al sexto, el encierro de Victorino fue una de esas corridas de las que da gusto hablar después del festejo. Sin ser buena, llenó de matices la aparición de cada cárdeno. Pareja de hechuras, sobresalieron por grande el cuarto y por serio el sexto, toda fue reunida de caras, con un punto de alzada, largos pero no aparatosos.

El cuarto salió con muchos pies. Más largo, con caja, de gran alzada y más agresivo de cara, estaba un punto por encima que el resto de la corrida. Ferrera lo lidió sobre las piernas y los brazos para estar más presto que en su rápido reponer. Tumbó al caballo al primer encuentro, mientras que lo durmió en el capote de una forma extraordinaria para ponerlo en suerte al segundo encuentro. De forma inesperada invitó a José Manuel Montoliú a compartir tercio de banderillas.

Emotivo fue el tercio en el que pareó de poder a poder primero el extremeño. Con los palos, Montoliú fue caminando en el segundo par en la misma boca de riego emulando a su progenitor que perdió la vida justo ahí, en el mismo tercio del 9 donde iba su hijo ofreciendo el pecho. Citó, el toro aceleró por él y cuadró en la cara antes de llegar a la segunda raya. Todo fue de verdad. El pitón del toro hizo presa por la rodilla, Montoliú cayó. A los más viejos les tornaron negros recuerdos pero un quite providencial hizo el resto. Tragedia y gloria que se culminó con un par monumental al quiebro de Ferrera. Abrazo y brindis al cielo.

El toro tenía guasa. Ferrera estaba dispuesto a apostar donde nadie lo veía. Por el derecho se volvía sobre las manos y por el izquierdo reponía. La firmeza de plantas era de admirar. Un encuentro toro y torero emocionante. Así, Ferrera calibró la colocación, la altura y la distancia -las tres variables del toreo- a base de tocar todas las teclas. Muleta más adelantada o más retrasada; con el estaquillador medio o alto; más en línea primero y cerrándolo después. Ferrera consiguió retrasar la muleta y torear a media altura en la tanda con la derecha que rompió la faena e incluso relajarse y echar los vuelos para torear con gusto al natural a un Victorino al que muy pocos son capaces de torear así, con eso ingrávido que es el alma. El público vivió en pie el final. Sonó un aviso antes incluso del encuentro con la espada que quedó un punto trasera. Tardó el animal en caer sin necesidad de descabello y la oreja fue a la vez premio y reconocimiento.

Con el primero ya había deleitado en el primer tercio. A la postre fue lo único porque en la muleta se frenó después de la primera tanda. El de la A coronada fue aplaudido de salida por su seriedad acompañada de unas buenas hechuras. Como el cuarto, este también derribó a José María González que firmó un imponente tercio de varas. Se lució con el capote Ferrera con unas personales verónicas cruzando la boca de riego. Compartió palos con Escribano en la que fue, también, su vuelta a Sevilla. Después todo se evaporó. El toro se rindió y Ferrera se creció. Así fue como se metió en los terrenos del toro mientras este retrocedía. Incluso los pitones rozaba la chaquetilla en un alarde de valor.

No se empleó el segundo en el caballo. Iturralde marcó perfecto arriba, antes de que Ferrera volviese a personarse para sacar al toro con un quite a la antigua usanza. Paco Ureña se había gustado a la verónica antes de brindar al público. El toro acortaba, mientras Ureña quería alargar el muletazo. Ahí llegó cuando encontró el momento de apretarlo sobre la mano derecha. Con el toro en el canasto, toreó a pies juntos, dando tiempos al toro. Gustó en Sevilla su toreo clásico. La rúbrica fue un espazado que puso en pie al público que le brindó una oreja.

De Victorino salió el complicado, el que piensa, el que mira y el que embiste despacio. Este fue a parar a un renacido Manuel Escribano en su segunda corrida después del milagro de Alicante. No fue fácil salir al ruedo luego de lo que hizo Ferrera. Y el mérito fue ser capaz de dejar los vuelos con el estaquillador a la altura del albero, esperar a que metiera la cara y tirar de él, por momentos, muy, muy despacio. Además hubo reunión. Gateaba Mudéjar con el son y la nobleza de lo mexicano. La estocada, un punto desprendida, no sirvió para tumbar al toro que precisó de un descabello. Ovación cerrada en el arrastre y de consolación para el sevillano que tenía un trofeo cortado.

Dentro del interés de una corrida larga pero con argumento, faltó por redondear el segundo y el sexto. Fueron complicados. Si Escribano estuvo ágil para evitar ser prendido por el segundo, no lo pudo evitar Ureña que vio como el serio pitón del que cerró la tarde le atravesó la banda de la taleguilla con la suerte de quien está en racha.

Tres horas después de que saliera el primer cárdeno por la inmensa puerta de chiqueros de Sevilla se mantenía el runrún con el que había comenzado el festejo. Tres valientes con tres historias que giran entorno a Sevilla habían dado lo mejor de sí mismos. Pero hubo uno que hizo eso que se puede hacer con un toro.

Crónica publicada en Mundotoro. 29.04.2017

'El Juli grande... en Bilbao'

No arreció esa lluvia gorda y fría que cae en Sevilla por abril desde un minuto antes de que Navarro diese el golpe firme al cerrojo que da por inaugurado un nuevo festejo. Las gotas seguían cayendo cuando con pasmosa lentitud con el capote y con un talento y profundidad de privilegiado, El Juli dictó cátedra en Sevilla. Bueno, podríamos decir que el discurso fue en Bilbao. Como el tendido, que se coloreó de chubasqueros made in Bilbao. Y de Bilbao, una corrida grande. Grande para cualquier plaza que elija el toro que no se pide en Sevilla. Por coherencia y a escala, si tres o cuatro toros que se lidiaron son aptos en la Maestranza, resultaría que el gigantismo se adueña del toreo.

Más basto que hondo, más gordo que fuerte, el lote de Justo Hernández hizo perder por unos instantes la identidad a una plaza con un toro tan identificable. Los dos primeros, grandes aunque bajos no secundaron a los siguientes que fueron creciendo, también, en alzada y en un pobre juego que arruinó las esperanzas de un público que colgó un 'No hay Billetes' que siempre hay que celebrar. Superaron los 630 kilos los de Domingo Hernández, apenas llegaron a los 550 los del hierro de Garcigrande. Curioso.

El quinto fue el único que se movió con alegría en los primeros tercios. La tarde pesaba a todos menos a El Juli que toreó sin velocidad alguna a 'Estrella' con el capote. Con una mano en la bragueta y con la que torea a un palmo del suelo. Más despacio y más abajo, imposible. La media, abrochada a la cintura, tuvo un empaque solemne. Apenas lo castigó en el caballo, con Barroso levantando la vara aún con el toro apretando. Rodilla en tierra, ya con la muleta, El Juli lo obligó para sacarlo a los medios donde desarrolló toda una faena de altas cotas técnicas y artísticas.

Si la primera tanda sirvió para calibrar al toro, desde la segunda El Juli comenzó a mandar en la embestida. El toro no ofreció una embestida igual que la anterior, de ahí su dificultad, pero apenas lo dejó ver el madrileño que bajó la mano en varias tandas de mucha reunión. Después un tiempo para atacar con un cambio de mano en el que le quitó la muleta de la cara, los pitones pasaron por los muslos y apenas corrigió un ápice sus zapatillas. Enorme. Dejó un espadazo acorde a la faena pero el toro se amorcilló y no quiso caer. Un golpe magistral con el verduguillo no restó para cortar una oreja de una dimensión colosal.

Ya había toreado bien al segundo también con el capote pero este iba sin ir. El quite por chicuelinas y unas julinas de profundidad infinita fueron replicadas por un Talavante con la suerte en contra. El Juli lo llevó siempre toreado, consentido en las telas pero sin rozarlas a pesar de que siempre se venía por dentro sobre el derecho. El mero toque de un pitón con la muleta supondría un violento tornillazo en su descompuesta embestida que fue a más. Esta vez no entró la espada a la primera.

Morante y Talavante se miraron desesperados. Cuatro toros que no guardaban ni media embestida dentro de su abrupto cuerpo. Con el cielo cárdeno, el chirimiri y una mole de 637 kilos, Morante tuvo que mirar a los arcos de la Maestranza para comprobar que seguía en Sevilla. Al primero, bajo y con mucha carne, lo lanceó muy despacio con el capote a pesar de que siempre lo buscaba por dentro. También intentó abrirle caminos a base de suavidad pero si no hay, para qué. La historia del cuarto fue como la del 'Día de la Marmota'. Sin oportunidad con el capote, lo toreó sobre las dos manos para descubrir si se había olvidado de alguna embestida. Sevilla le espera el martes.

Talavante comenzó a torear en redondo en los medios sin perder un ápice de tiempo al zancudo y astifino tercero. Vertical, ligado, reunido. El toro se fue yendo mientras el público se ausentaba de la faena. Con el sexto fue imposible. Una masa de carne pasando con la fuerza de seiscientos y pico kilos moviéndose hacia ninguna parte. Lo mejor que pudo hacer fue no alargar en demasía con el trabajo de los operarios del desolladero.

Seguía lloviendo con guasa cuando, uno a uno, salía por chiqueros una montaña rusa que deslegitima de un plumazo con el mapa de coherencia del toreo. Sevilla es Sevilla. Y el toro de Sevilla... otra cosa.

Crónica publicada en Mundotoro. 27.04.2017

Cobertura de la Capilla Ardiente de Sebastián Palomo Linares


El mundo del toro se volcó en el último adiós al torero Sebastián Palomo Linares en el Tanatorio de La Paz. A lo largo de la mañana numerosos rostros han pasado por la sala 17 para rendirle el último homenaje. Enrique Ponce junto a su suegro Victoriano Valencia, César Rincón, Manuel Caballero, Pedro Trapote, Fernando Domecq o Rafael Corbelle quisieron ensalzar la figura del torero jienense.

La ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, quiso dar el último adiós a Palomo Linares. Cospedal destacó sus virtudes dentro y fuera de la plaza: ‘Fue un gran maestro en el toreo y en la vida. Mucho le admirábamos. Era un hombre bueno, generoso y que siempre veía el lado positivo de las cosas’.

 

La familia Lozano -con los hermanos Eduardo, José Luis y Pablo, y los vástagos Luis Manuel y Pablo- han acompañado en los últimos momentos a Sebastián Palomo Linares. Con una estrecha relación, primero profesional y luego personal, el torero jienense era considerado como de la familia.

Pablo Lozano hijo: ‘No he conocido a nadie con esa casta, ese temperamento, para mí era una lección cada vez que podía hablar con él’. ‘Es una noticia triste para el mundo del toro porque figuras como Sebastián no abundan’.



Rostros conocidos y muy allegados a la figura de Palomo Linares tampoco quisieron perderse el último adiós. Por el Tanatorio de La Paz llegaron la periodista como Anne Igartiburu, el cantante Raphael, Ana Obregón o Norma Duval.

Cobertura realizada para Mundotoro. 25.04.2017

Así fueron las últimas horas de Palomo Linares en el hospital



La triste jornada comenzó con la llegada de los familiares de Sebastián Palomo Linares y un grupo muy cercano de allegados al torero de Linares. La noticia llegó poco más allá de las 17.30 horas cuando su hijo, Miguel Palomo Danko, confirmó la muerte del torero jienense. Esto fue todo lo que pasó el día de la muerte de Palomo Linares.

 Publicado en Mundotoro. 24.04.2017