Un año más, Ajalvir se convierte en la terapia contra un invierno que cuando llega a San Blas comienza a hacerse muy largo para los aficionados. Una terapia de choque, que dirían los psicoanalistas. El hashtag #SucedióenAjalvir se instauró como santo y seña tras un paseíllo insólito ante la atónita mirada de una veintena de asiáticos en barrera que pensaban que aquello solo era la presentación de este espectáculo tan singular. Pero no, faltaban los picadores.
Los ‘ibanes’ de Alberto Mateos tuvieron buena presencia -enlotados en tres más altos y de caras más abiertas y otros tres más recogidos por delante y hondos de hechuras- y hasta tres prestaron un juego interesante, destacando el tercero y cuarto o lo que duró el primero. En el balance artístico primó lo estadístico: la primera oreja del año fue para Sánchez Vara.
Abrió la temporada un ‘Ibán’ de Mateos tocado hacia arriba de pitones, serio. Se movió con franqueza en los primeros tercios e incluso en la apertura de muleta, cuando se desplazó con codicia y transmisión. Sánchez Vara, después de un tercio de banderillas que remató con un par al violín, ejecutó una labor de oficio que se fue apagando con la voluntad del toro. El sol cayó y sin él llegó el frío que se contagió en el ambiente y en el ruedo. Lo más destacado del cuarto capítulo llegó con la precisión de cirujano con que Sánchez Vara colocó los tres pares de banderillas. El tercer tercio pasó sin mucho brillo, más allá de la voluntad del alcarreño que incluso se puso de rodillas. El efecto rápido del pinchazo hondo debió ser lo que animó a que cortara la primera oreja del año.
De mejores hechuras el segundo aunque astigordo por delante no dio opciones a José Arcila que dejó el momento más interesante en la elegante apertura a la verónica. Después, voluntad del colombiano en una faena larga en tiempo y escasa en contenido. También fue silenciado. Además de serio y muy astifino, el quinto fue complicado. En banderillas acortó dificultando el trabajo de los subalternos. Arcila logró varios compases de muletazos limpios que, a la postre, quedó como su firma en su paso por Ajalvir. Mató de una estocada habilidosa.
El tercero tuvo el aire del primero en su morfología, un punto alto y abierto de cara. Empujó en el caballo después de que César Valencia lo recibiera con un farol. En la muleta fue bueno el de Alberto Mateos, con fijeza y prontitud, mientras que el venezolano combinó momentos intensos -sobre todo al final- con otros en los que buscó el acople. El mal uso del descabello alargó la función. Cayó la noche, lo que dificultó y condicionó la lidia del sexto. Tampoco tuvo suerte Valencia con este animal, que se empleó en exceso en el caballo. La espada volvió a ser su asignatura pendiente.
Plaza de toros de Ajalvir (Madrid). Primera de Feria. Más de media entrada. Toros de Alberto Mateos, de buena presentación y de juego dispar. Destacaron tercero y cuarto. Sánchez Vara, silencio y oreja; José Arcila, silencio en ambos; y César Valencia, silencio tras aviso y silencio.
Los ‘ibanes’ de Alberto Mateos tuvieron buena presencia -enlotados en tres más altos y de caras más abiertas y otros tres más recogidos por delante y hondos de hechuras- y hasta tres prestaron un juego interesante, destacando el tercero y cuarto o lo que duró el primero. En el balance artístico primó lo estadístico: la primera oreja del año fue para Sánchez Vara.
Abrió la temporada un ‘Ibán’ de Mateos tocado hacia arriba de pitones, serio. Se movió con franqueza en los primeros tercios e incluso en la apertura de muleta, cuando se desplazó con codicia y transmisión. Sánchez Vara, después de un tercio de banderillas que remató con un par al violín, ejecutó una labor de oficio que se fue apagando con la voluntad del toro. El sol cayó y sin él llegó el frío que se contagió en el ambiente y en el ruedo. Lo más destacado del cuarto capítulo llegó con la precisión de cirujano con que Sánchez Vara colocó los tres pares de banderillas. El tercer tercio pasó sin mucho brillo, más allá de la voluntad del alcarreño que incluso se puso de rodillas. El efecto rápido del pinchazo hondo debió ser lo que animó a que cortara la primera oreja del año.
De mejores hechuras el segundo aunque astigordo por delante no dio opciones a José Arcila que dejó el momento más interesante en la elegante apertura a la verónica. Después, voluntad del colombiano en una faena larga en tiempo y escasa en contenido. También fue silenciado. Además de serio y muy astifino, el quinto fue complicado. En banderillas acortó dificultando el trabajo de los subalternos. Arcila logró varios compases de muletazos limpios que, a la postre, quedó como su firma en su paso por Ajalvir. Mató de una estocada habilidosa.
El tercero tuvo el aire del primero en su morfología, un punto alto y abierto de cara. Empujó en el caballo después de que César Valencia lo recibiera con un farol. En la muleta fue bueno el de Alberto Mateos, con fijeza y prontitud, mientras que el venezolano combinó momentos intensos -sobre todo al final- con otros en los que buscó el acople. El mal uso del descabello alargó la función. Cayó la noche, lo que dificultó y condicionó la lidia del sexto. Tampoco tuvo suerte Valencia con este animal, que se empleó en exceso en el caballo. La espada volvió a ser su asignatura pendiente.
Plaza de toros de Ajalvir (Madrid). Primera de Feria. Más de media entrada. Toros de Alberto Mateos, de buena presentación y de juego dispar. Destacaron tercero y cuarto. Sánchez Vara, silencio y oreja; José Arcila, silencio en ambos; y César Valencia, silencio tras aviso y silencio.