jueves, 24 de mayo de 2012

Destellos en el desierto de la bravura


Foto: Sara Hernández
La corrida de toros tiene que tener una premisa fundamental, el toro. Sin él, este espectáculo se desmorona. Es inadmisible que en una corrida de máxima expectación pasen por los corrales 14 animales para que los 6 que se han aprobado sea lo más parecido al bovino que al toro bravo de lidia. La corrida de Juan Pedro Domecq, que descubrió por la mañana el azulejo a la corrida más brava del curso pasado (casualidad, no había figuras), echó por tierra la ilusión de los que pasaron por taquilla. ¿Deberían dar explicaciones de lo que está pasando empresa, equipo veterinario y veedores? Es obvio. ¿Lo harán? Tened por seguro que no.

Entre este oasis de ausencia de casta y de fuerza, surgió el de La Puebla. Únicamente él podía sacarnos del sopor en el que habíamos entrado y parecía que no podíamos salir. Únicamente dos tandas, o tres… Lo que duró el toro. Lo citó, embarcándolo en la muleta y reuniéndolo en el infinito con un temple exquisito, una lentitud que parecía que nunca terminaría. Cuando el “Bieeen” se transforma en “Olé”. Esa es la clave. Y ese final del muletazo, el que le hace ligarlo con el siguiente, el muñecazo que le da a los vuelos vida propia… ¡Cuanta belleza! Unanimidad, o casi. Cuando se echó la muleta a la izquierda todo se desmoronó. Una pena, pintaba en cante grande.
Foto: Sara Hernández

Pero no terminó ahí, pues en el sexto hizo el quite. Un quite polémico pues Fernando Lozano, apoderado del mexicano, le recriminó que lo hiciera y casi llegan a las manos. Normal, torear después de esas cuatro verónicas tiene que ser muy complicado. ¡Y qué verónicas! Ese capote es como si toreara solo, como si tuviera vida propia. Con la media el toro enterró los pitones en la arena, y ahí comenzó la polémica.

Foto: Sara Hernández
No fue la tarde de Talavante, aunque lo que tuvo delante tampoco motivaba para ello. Con el primero pareció que rompía cuando le aplicó la medicina de su muleta. A media altura con toques justos. Una tanda muy lenta rematada con un cambio de mano fue lo más destacado, pues aunque iba y venía no transmitía nada. Le exprimió. Con el quinto se sucedieron enganchones que deslucieron la composición.

Juan Pablo Sánchez confirmó la alternativa con un inválido que apenas se mantuvo en el ruedo. El que cerró la tarde nos despertó pues salió alegre y con brío. Apenas picado, tuvo recorrido y fijeza. El mexicano anduvo muy firme con naturales muy largos y templados. Claudicó el toro cuando se vio podido y tuvo que irse a por la espada. Su concepto puro y hondo puede funcionar. Un torero a tener en cuenta.

Madrid. Casi lleno. Toros de Juan Pedro Domecq. Terciados, flojos. Sin posibilidad de lucimiento. Poca duración. Sexto con recorrido y fijeza hasta que claudicó.

- Morante de la Puebla (Caña y oro) Pitos y división tras aviso.
- Alejandro Talavante (Lila y oro) Ovación y silencio.
Juan Pablo Sánchez (Blanco y plata) -Confirma alternativa- Palmas en ambos.

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