lunes, 29 de mayo de 2017

'A la orilla del río'

A donde van a parar las ilusiones, los sueños, las pesadillas, las alegrías y los sinsabores. La vida que nace y muere con la esperanza de un nuevo despertar. La dicha de una nueva embestida, de un muletazo que es caricia contra la agresividad natural. Un ideal que navegó a veces con el viento de popa que lo impulsa y lo lanza. Morante, Talavante y Mora ejercieron de capitanes de su destino. Dueños de un timón férreo con la sutil suavidad de quien sortea las olas. Pero todo quedó ahí donde mueren las ilusiones y los sueños, a la orilla del río.

Porque a la orilla del río quedaron las ilusiones de Morante que busca en Sevilla comprender por qué el toreo le llamo a él. Morante es la inteligencia unido a una capacidad innata. Con eso que le fluye. La naturalidad hecha torero. Así fue como en su cuarta cita con la Maestranza quiso como nunca antes. El primero fue un tío. Fuerte aunque bajo, cornidelantero y astifino. Fue ovacionado de salida. Siempre suelto en el capote y en los dos encuentros con el peto, Carretero se fajó para sujetarlo pero su condición le hacía irse cuando veía la puerta abierta. Ahí fue cuando se quedó Morante solo con el de Cuvillo. Suave, muy suave, dio celo al toro sacándolo entre las dos rayas de picar. Clave. El toro solo quería zafarse de la muleta con serios arreones y el incómodo viento se hizo presente.

No importó. Morante se echó la muleta a la mano izquierda para instrumentar dos naturales primero y una tanda de media docena después de los de reconciliarse con el toreo. Roto, encajado, hundido pero sin descomponer un ápice la figura. Si buenos fueron los de por abajo, el que pegó por arriba para ligarlo con el de pecho fue de cartel. Ya nos habíamos olvidado que por el izquierdo era donde el toro huía en el primer tercio y que el viento era un incómodo compañero de viaje. Qué bonito sonaba Suspiros de España. Con garbo y torería, cerró al toro una miajita como bailando con la muleta y el toro. Ahí fue cuando cogió la derecha. El toro pesaba y apretaba en los adentros pero ahí era donde venían el muletazo sublime. Largo. Eterno. Voz fuerte del sevillano para provocar a 'Sombrerero' y salió el olé profundo y ronco de lo que llega a dentro. Ya nos habíamos olvidado de su genio, de su aspereza, de lo que cuesta un toro así en ese terreno. Morante lo hace y punto. Dejó un espadazo que por punto trasero alargó la muerte. Incomprensiblemente eso enfrió a una parte del público que se negó a la evidencia. Otra gran porción pidió la oreja. El presidente hizo caso a los primeros.

Morante tiene eso que da ser especial. Imprevisible. El último toro de su particular feria no mereció todo lo que le hizo. Quiso con el capote. Tres verónicas de cartel con el toro metiéndose por dentro y un quite por chicuelinas que apuntaba a grande pero quedó inconcluso porque quería irse ahí donde fue a morir. Pero Morante es genial. Paró a Carretero que se iba a colocar el primer par y le pidió las banderillas. Ni el toro estaba para banderillear ni Morante quería irse sin vaciarse. Arreó y de qué manera en el primer par. En el segundo cuadró en la cara. Y en el tercero surgió la magia. Con el hombro derecho pegado en las tablas que miran a la Puerta del Príncipe. El toro en el burladero. Cita. El toro le miró sin ir. Aguantó estoico el sevillano que lo provocó más. Dos pasos. La distancia era corta y peligrosa. Volvió a citar, el toro arrancó, marcó la suerte del quiebro con soberana maestría y saludó con toda la Maestranza en pie. Todo fue un espejismo cuando tomó la muleta. Un suspiro roto. Una voz aflautada en un cuerpo de hombre recio. Un gatillazo. El toro se rajó antes incluso del segundo tercio. Lo intentó tapándole la cara o fijando por abajo pero fue una pelea imposible. Hubo muletazos aprovechando el viaje del toro por ahí. Hubo esperanza. Hasta el abaniqueo con el que cerró fue precioso. Se tiró a matar como si se jugara algo más. Es Morante.

Dos toros buenos con distinta condición trajo Núñez del Cuvillo dentro de una corrida de buenas aunque distintas hechuras. Bravo fue el segundo. Un toro menos apretado que el primero aunque lleno y bajo, amplio de sienes y con cuello. De salida ya colocó la cara y cumplió en el caballo pero fue en banderillas cuando se evidenció su buen tranco. Pronto, con ritmo y franqueza, Talavante toreó reunido y con ajuste sobre la mano izquierda en una tanda muy jaleada. El viento siempre estaba ahí. Este fue otro importante 'Esparraguero', como aquel jabonero que consagró a Talavante en El Pilar de Zaragoza en el ya lejano año 11. Bravo. No excedió el extremeño en una faena medida. Salió trompicado de la estocada después de que se quedara en la cara en el embroque, lo que dio más emotividad al último encuentro. Esta vez el toro cayó rápido, la petición fue similar a la del primero pero esta vez el premio fue de oreja.

El otro bueno fue 'Novelero'. Este tercero más encastado que bravo. Salpicado de pinta y más basto de hechuras en su conjunto. Se movió en el capote de David Mora e incluso arreó con fuerza en el caballo, recargando, aunque amagó con tirar la toalla. Fueron emocionantes las banderillas de Antoñares y José María Tejero, que expusieron en demasía sobre todo en el tercer par. Se dobló David con él, llevándolo muy suave. Respondió el de Cuvillo desde la primera tanda con embestidas profundas. Lo mejor llegó al natural, donde el torero puso corazón y alma sin pensar en más allá. Lo apretó, incluso, toreando por abajo y el toro respondió con entrega. Pero ahí fue cuando se sintió podido y lo que antes era profundidad se convirtió en intentos voluntarios de fuga. La espada le hubiera puesto una oreja en la mano pero un pinchazo previo a la estocada fulminó con cualquier esperanza.

Las tardes son un viaje por las emociones. Te suben y bajan en cuestión de minutos. Esta fue de las que arrancaron con fuerza. Cuatro capítulos intensos, con ritmo. Trepidantes. Pero el colofón descafeinó lo que empezó siendo grande. El quinto estaba hecho más cuesta arriba y salió suelto desde la salida. Siempre embistió descompuesto incluso cuando intentó fijarlo con brillantez Valentín Luján. Talavante estuvo firme pero se alargó en una labor de escaso eco por los viajes descompuestos del burel.

El sexto fue la ejemplificación de que los anhelos de la undécima de feria murieron a la orilla. Astifino y con caja, humilló y embistió con ritmo de salida. Apretó en el caballo y colocó la cara en el quite de Mora. Ángel Otero dio espectáculo en banderillas con dos pares cuadrando en la cara. Rompió 'Barrilero' desde la primera tanda con codicia y repetición. Mora lo exigió primero y se relajo después. A pesar de que nos las prometíamos felices, al toro le empezó a costar el tercer muletazo. Después amagó con irse. Y a la definitiva, se fue.

Por un momento, los sueños parecieron navegar por un río bravío e indomable. El destino o el camino fueron conduciendo a la orilla. La orilla donde se embarran las esperanzas. Donde muere el presente. Donde nace el recuerdo.

Crónica publicada en Mundotoro. 04.05.2017.

'De Feria'

Estaba Sevilla con aire de Sábado de Farolillos. Había alegría en el tendido que se volcó con la entrega de la terna de toreros-banderilleros que volvía a copar un mismo cartel. Un público agradecido que se dividía entre los que vinieron expresamente de la Feria a rebufo del cartel y los que se quedaron en el Real a la vista de los casi tres cuartos de aforo que se completaron. Juan José Padilla y El Fandi, aparte de sortear dos toros con grandes cualidades, contaron con el beneplácito de la concurrencia que disfrutaron durante la lidia y mostraron sus pasiones cuando la presidenta no concedió sendos trofeos que la plaza pedía de forma clamorosa.

El cuarto y el quinto fueron el cenit de una corrida bien presentada y seria de Jandilla. Toda la corrida corta de manos, preciosa de hechuras y con las caras que aportaban más seriedad aún al conjunto. Como virtud, la corrida tuvo movilidad -excepto el rajado sexto-, la clase y la fijeza. El cuarto desbordaba cada embestida desde el capote de Padilla, mientras que el que correspondió a El Fandi tuvo ritmo y profundidad. Hubo otro toro con cualidades, el primero, que quiso aunque tuvo el defecto de querer irse, pero cuando fue lo hizo con infinita calidad y recorrido. No tuvo la fortuna de que ninguno cayera en sus manos Manuel Escribano que tuvo que lidiar con los toros de menos puntuación.

El eje argumental de la corrida fue el tercio de banderillas. Una corrida habitual durante décadas con un público muy amplio que se vio hoy representado. Volvieron a compartir y a competir en un reñido duelo entre los especialistas del escalafón. Se vieron un gran carrusel de suertes: de poder a poder, dentro a fuera, el quiebro, la moviola, el violín o la calafia.

El Fandi se apretó con el quinto cuando en el primer muletazo de rodillas, esperando al toro en los medios, recibió una cornada en el muslo derecho a la altura de la rodilla. El toro se le cruzó y por astifino, le hizo presa con solo rozarle. El de Jandilla era acapachado y serio por delante y bien hecho pero con trapío por detrás. Ilusionó en el primer tercio por su embestida de infinita calidad, buen tranco, abriéndose y yéndose lejos en cada capotazo templado del granadino. Toreó bien con la capa con una media tras el quite de corte superior. En banderillas, galopó lo que dio un aire especial al buen par a la moviola que clavó con precisión de cirujano. Había que llevarlo muy toreado, por eso llegó el percance y por eso se volvió a colar en el siguiente cite de largo. Fandi tomó la media distancia donde el toro obedeció humillando, desplazándose muy largo también por el pitón izquierdo donde toreó muy encajado y con temple. Bravo y encantado fue el de la estrella. En el tramo final, las tandas se sucedieron más cortas pero efectistas. Puso al toro mirando a las tablas para ejecutar la suerte de recibir pero la espada quedó caída. A eso se agarró el palco para no conceder un primer trofeo que, como dice el reglamento, otorga el público. Después de la vuelta al ruedo y la consiguiente bronca, pasó a la enfermería para ser operado de la cornada..

Tampoco atendió al público la exigente Anabel en el cuarto. Padilla es ídolo en Sevilla y lo sabe. Se fue a la puerta de chiqueros para recibir a 'Caudillo' y no fue una sino hasta cuatro las largas de rodillas que recetó el jerezano. Como una revolución, fue hacia el toro para enjaretar una tras otra entre el desparrame general. También fue serio el colorado con el pial de Vegahermosa, enseñando las puntas, pero de buenas hechuras como lo fue toda la corrida. Embistió con clase en un exigente primer tercio en el que El Fandi quitó por lopecinas, mientras que El Pirata rescató los faroles invertidos que por infrecuentes en la lidia actual resultan incluso agradables. Compartió banderillas, esta vez, con Fandila que bordó la moviola. No se quedó atrás Padilla que aguantó como un jabato como le midió antes de clavar al violín y quedar a merced en la cara. De rodillas arrancó con la muleta para sacar al toro hacia afuera. Había en el toro movilidad y franqueza, sobre todo, por el derecho. Ahí fue cuando, ya mediada la faena, se apretó en una tanda muy reunida que a la postre sería lo mejor y único. Toreando por bajo concluyó antes de que la espada quedase desprendida. El público se desgañitó pidiendo un trofeo que nunca llegó pero que lo consoló en una lenta y jaleada vuelta al ruedo.

El primero siempre se quiso ir. Desde el capote salió suelto, mirando a las tablas cuando las tenia cerca, y los chiqueros cuando se alejaba galope va. Este era muy corto de manos, con cuello y la cara en su sitio. El Fandi entró en el tercio de quites por chicuelinas aprovechando la inercia cuando pasaba el toro queriéndose marchar aunque con un galope con buen son. Contra pronóstico, solo invitó a Escribano a parear. Estuvo torero y lidiador Padilla con él que dejó lo mejor en los doblones por abajo, sometiendo y fijando al toro. Solo veía muleta. Se quedó en el centro del anillo para empezar a desarrollar sus virtudes como fue el recorrido con calidad. Tuvo profundidad también por el izquierdo donde, además, tuvo la fijeza que no encontró en los primeros tercios. El toro explotó todas sus cualidades aunque siempre Padilla lo tapó la salida de forma magistral. Tardó en doblar el animal y hubo de necesitar un efectivo golpe de descabello. Hubo petición pero sin la aclamación de las ya citadas.

Tuvo la corrida otros tres capítulos de menor lucimiento. El segundo fue un toro con mucho ímpetu pero sin apenas entrega. La movilidad fue en tono defensivo, arrollando más que queriéndola tomar con franqueza. Hubo riesgo en tres ceñidas largas cambiadas e incluso la tercera midiendo un segundo que se hizo eterno. No tuvo material Manuel Escribano que sorteó en primer lugar un toro que soltaba la cara con mucha violencia y un sexto que se rajó en cuanto se sintió podido en dos tandas de mucho sometimiento.

En las dos ocasiones se fue a la puerta de chiqueros para recibir a su lote. Hubo frialdad, sobre todo, en la del sexto que apenas levantó alguna palma de un público que tenía la mente ya en el viaje de vuelta. Un par al quiebro en las mismas tablas en el tercero emocionó. A este le encontró la distancia para que no le tocara las telas a su rubricada embestida. Un mérito dada su condición. En el sexto ejecutó la arriesgada suerte de la calafia. Este se movía con clase pero le costaba un mundo. Así fue cuando después de un puñado de buenos multados, echó la persiana y se rajó.

Antes de que el sexto fuera camino del desolladero, los tendidos se habían desalojado con prisa. Volvían a poner rumbo a la Feria para contar a los que se habían quedado en las sillas de enea que Padilla es el ídolo de Sevilla, que El Fandi había toreado muy despacio con una cornada y que el pobre Escribano no tuvo suerte pero que estuvo muy bien en banderillas. También se acordaron de la racanería de la Dama de Hierro. Y de los tres toros de Jandilla que animaron la tarde.

Crónica publicada en Mundotoro. 03.05.2017.

'Eso que se puede hacer con un toro'

El toreo, cuando vacía al artista, duele. Duele porque no sabe cómo, cuándo o dónde volverá a ser. A Ferrera le dolió porque se vació justo dos años después donde ya le había dolido. Con maestría, y una torería sin igual, toreó de forma superior a un toro con el que muy pocos apostarían un duro. Una obra para recrearse justo a esta distancia y aquella altura. Milimétrico. Ureña se adelantó al pasear una oreja con un Victorino de otros matices y aguantó Escribano para torear despacio a otro que embistió al ralentí. Pero eso, lo que se puede hacer con un toro, lo hizo Ferrera.

Había runrún en Sevilla con Cobradiezmos aún en la memoria reciente del público y una terna con una sólida línea argumental. Del primero al sexto, el encierro de Victorino fue una de esas corridas de las que da gusto hablar después del festejo. Sin ser buena, llenó de matices la aparición de cada cárdeno. Pareja de hechuras, sobresalieron por grande el cuarto y por serio el sexto, toda fue reunida de caras, con un punto de alzada, largos pero no aparatosos.

El cuarto salió con muchos pies. Más largo, con caja, de gran alzada y más agresivo de cara, estaba un punto por encima que el resto de la corrida. Ferrera lo lidió sobre las piernas y los brazos para estar más presto que en su rápido reponer. Tumbó al caballo al primer encuentro, mientras que lo durmió en el capote de una forma extraordinaria para ponerlo en suerte al segundo encuentro. De forma inesperada invitó a José Manuel Montoliú a compartir tercio de banderillas.

Emotivo fue el tercio en el que pareó de poder a poder primero el extremeño. Con los palos, Montoliú fue caminando en el segundo par en la misma boca de riego emulando a su progenitor que perdió la vida justo ahí, en el mismo tercio del 9 donde iba su hijo ofreciendo el pecho. Citó, el toro aceleró por él y cuadró en la cara antes de llegar a la segunda raya. Todo fue de verdad. El pitón del toro hizo presa por la rodilla, Montoliú cayó. A los más viejos les tornaron negros recuerdos pero un quite providencial hizo el resto. Tragedia y gloria que se culminó con un par monumental al quiebro de Ferrera. Abrazo y brindis al cielo.

El toro tenía guasa. Ferrera estaba dispuesto a apostar donde nadie lo veía. Por el derecho se volvía sobre las manos y por el izquierdo reponía. La firmeza de plantas era de admirar. Un encuentro toro y torero emocionante. Así, Ferrera calibró la colocación, la altura y la distancia -las tres variables del toreo- a base de tocar todas las teclas. Muleta más adelantada o más retrasada; con el estaquillador medio o alto; más en línea primero y cerrándolo después. Ferrera consiguió retrasar la muleta y torear a media altura en la tanda con la derecha que rompió la faena e incluso relajarse y echar los vuelos para torear con gusto al natural a un Victorino al que muy pocos son capaces de torear así, con eso ingrávido que es el alma. El público vivió en pie el final. Sonó un aviso antes incluso del encuentro con la espada que quedó un punto trasera. Tardó el animal en caer sin necesidad de descabello y la oreja fue a la vez premio y reconocimiento.

Con el primero ya había deleitado en el primer tercio. A la postre fue lo único porque en la muleta se frenó después de la primera tanda. El de la A coronada fue aplaudido de salida por su seriedad acompañada de unas buenas hechuras. Como el cuarto, este también derribó a José María González que firmó un imponente tercio de varas. Se lució con el capote Ferrera con unas personales verónicas cruzando la boca de riego. Compartió palos con Escribano en la que fue, también, su vuelta a Sevilla. Después todo se evaporó. El toro se rindió y Ferrera se creció. Así fue como se metió en los terrenos del toro mientras este retrocedía. Incluso los pitones rozaba la chaquetilla en un alarde de valor.

No se empleó el segundo en el caballo. Iturralde marcó perfecto arriba, antes de que Ferrera volviese a personarse para sacar al toro con un quite a la antigua usanza. Paco Ureña se había gustado a la verónica antes de brindar al público. El toro acortaba, mientras Ureña quería alargar el muletazo. Ahí llegó cuando encontró el momento de apretarlo sobre la mano derecha. Con el toro en el canasto, toreó a pies juntos, dando tiempos al toro. Gustó en Sevilla su toreo clásico. La rúbrica fue un espazado que puso en pie al público que le brindó una oreja.

De Victorino salió el complicado, el que piensa, el que mira y el que embiste despacio. Este fue a parar a un renacido Manuel Escribano en su segunda corrida después del milagro de Alicante. No fue fácil salir al ruedo luego de lo que hizo Ferrera. Y el mérito fue ser capaz de dejar los vuelos con el estaquillador a la altura del albero, esperar a que metiera la cara y tirar de él, por momentos, muy, muy despacio. Además hubo reunión. Gateaba Mudéjar con el son y la nobleza de lo mexicano. La estocada, un punto desprendida, no sirvió para tumbar al toro que precisó de un descabello. Ovación cerrada en el arrastre y de consolación para el sevillano que tenía un trofeo cortado.

Dentro del interés de una corrida larga pero con argumento, faltó por redondear el segundo y el sexto. Fueron complicados. Si Escribano estuvo ágil para evitar ser prendido por el segundo, no lo pudo evitar Ureña que vio como el serio pitón del que cerró la tarde le atravesó la banda de la taleguilla con la suerte de quien está en racha.

Tres horas después de que saliera el primer cárdeno por la inmensa puerta de chiqueros de Sevilla se mantenía el runrún con el que había comenzado el festejo. Tres valientes con tres historias que giran entorno a Sevilla habían dado lo mejor de sí mismos. Pero hubo uno que hizo eso que se puede hacer con un toro.

Crónica publicada en Mundotoro. 29.04.2017

'El Juli grande... en Bilbao'

No arreció esa lluvia gorda y fría que cae en Sevilla por abril desde un minuto antes de que Navarro diese el golpe firme al cerrojo que da por inaugurado un nuevo festejo. Las gotas seguían cayendo cuando con pasmosa lentitud con el capote y con un talento y profundidad de privilegiado, El Juli dictó cátedra en Sevilla. Bueno, podríamos decir que el discurso fue en Bilbao. Como el tendido, que se coloreó de chubasqueros made in Bilbao. Y de Bilbao, una corrida grande. Grande para cualquier plaza que elija el toro que no se pide en Sevilla. Por coherencia y a escala, si tres o cuatro toros que se lidiaron son aptos en la Maestranza, resultaría que el gigantismo se adueña del toreo.

Más basto que hondo, más gordo que fuerte, el lote de Justo Hernández hizo perder por unos instantes la identidad a una plaza con un toro tan identificable. Los dos primeros, grandes aunque bajos no secundaron a los siguientes que fueron creciendo, también, en alzada y en un pobre juego que arruinó las esperanzas de un público que colgó un 'No hay Billetes' que siempre hay que celebrar. Superaron los 630 kilos los de Domingo Hernández, apenas llegaron a los 550 los del hierro de Garcigrande. Curioso.

El quinto fue el único que se movió con alegría en los primeros tercios. La tarde pesaba a todos menos a El Juli que toreó sin velocidad alguna a 'Estrella' con el capote. Con una mano en la bragueta y con la que torea a un palmo del suelo. Más despacio y más abajo, imposible. La media, abrochada a la cintura, tuvo un empaque solemne. Apenas lo castigó en el caballo, con Barroso levantando la vara aún con el toro apretando. Rodilla en tierra, ya con la muleta, El Juli lo obligó para sacarlo a los medios donde desarrolló toda una faena de altas cotas técnicas y artísticas.

Si la primera tanda sirvió para calibrar al toro, desde la segunda El Juli comenzó a mandar en la embestida. El toro no ofreció una embestida igual que la anterior, de ahí su dificultad, pero apenas lo dejó ver el madrileño que bajó la mano en varias tandas de mucha reunión. Después un tiempo para atacar con un cambio de mano en el que le quitó la muleta de la cara, los pitones pasaron por los muslos y apenas corrigió un ápice sus zapatillas. Enorme. Dejó un espadazo acorde a la faena pero el toro se amorcilló y no quiso caer. Un golpe magistral con el verduguillo no restó para cortar una oreja de una dimensión colosal.

Ya había toreado bien al segundo también con el capote pero este iba sin ir. El quite por chicuelinas y unas julinas de profundidad infinita fueron replicadas por un Talavante con la suerte en contra. El Juli lo llevó siempre toreado, consentido en las telas pero sin rozarlas a pesar de que siempre se venía por dentro sobre el derecho. El mero toque de un pitón con la muleta supondría un violento tornillazo en su descompuesta embestida que fue a más. Esta vez no entró la espada a la primera.

Morante y Talavante se miraron desesperados. Cuatro toros que no guardaban ni media embestida dentro de su abrupto cuerpo. Con el cielo cárdeno, el chirimiri y una mole de 637 kilos, Morante tuvo que mirar a los arcos de la Maestranza para comprobar que seguía en Sevilla. Al primero, bajo y con mucha carne, lo lanceó muy despacio con el capote a pesar de que siempre lo buscaba por dentro. También intentó abrirle caminos a base de suavidad pero si no hay, para qué. La historia del cuarto fue como la del 'Día de la Marmota'. Sin oportunidad con el capote, lo toreó sobre las dos manos para descubrir si se había olvidado de alguna embestida. Sevilla le espera el martes.

Talavante comenzó a torear en redondo en los medios sin perder un ápice de tiempo al zancudo y astifino tercero. Vertical, ligado, reunido. El toro se fue yendo mientras el público se ausentaba de la faena. Con el sexto fue imposible. Una masa de carne pasando con la fuerza de seiscientos y pico kilos moviéndose hacia ninguna parte. Lo mejor que pudo hacer fue no alargar en demasía con el trabajo de los operarios del desolladero.

Seguía lloviendo con guasa cuando, uno a uno, salía por chiqueros una montaña rusa que deslegitima de un plumazo con el mapa de coherencia del toreo. Sevilla es Sevilla. Y el toro de Sevilla... otra cosa.

Crónica publicada en Mundotoro. 27.04.2017

Cobertura de la Capilla Ardiente de Sebastián Palomo Linares


El mundo del toro se volcó en el último adiós al torero Sebastián Palomo Linares en el Tanatorio de La Paz. A lo largo de la mañana numerosos rostros han pasado por la sala 17 para rendirle el último homenaje. Enrique Ponce junto a su suegro Victoriano Valencia, César Rincón, Manuel Caballero, Pedro Trapote, Fernando Domecq o Rafael Corbelle quisieron ensalzar la figura del torero jienense.

La ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, quiso dar el último adiós a Palomo Linares. Cospedal destacó sus virtudes dentro y fuera de la plaza: ‘Fue un gran maestro en el toreo y en la vida. Mucho le admirábamos. Era un hombre bueno, generoso y que siempre veía el lado positivo de las cosas’.

 

La familia Lozano -con los hermanos Eduardo, José Luis y Pablo, y los vástagos Luis Manuel y Pablo- han acompañado en los últimos momentos a Sebastián Palomo Linares. Con una estrecha relación, primero profesional y luego personal, el torero jienense era considerado como de la familia.

Pablo Lozano hijo: ‘No he conocido a nadie con esa casta, ese temperamento, para mí era una lección cada vez que podía hablar con él’. ‘Es una noticia triste para el mundo del toro porque figuras como Sebastián no abundan’.



Rostros conocidos y muy allegados a la figura de Palomo Linares tampoco quisieron perderse el último adiós. Por el Tanatorio de La Paz llegaron la periodista como Anne Igartiburu, el cantante Raphael, Ana Obregón o Norma Duval.

Cobertura realizada para Mundotoro. 25.04.2017

Así fueron las últimas horas de Palomo Linares en el hospital



La triste jornada comenzó con la llegada de los familiares de Sebastián Palomo Linares y un grupo muy cercano de allegados al torero de Linares. La noticia llegó poco más allá de las 17.30 horas cuando su hijo, Miguel Palomo Danko, confirmó la muerte del torero jienense. Esto fue todo lo que pasó el día de la muerte de Palomo Linares.

 Publicado en Mundotoro. 24.04.2017

viernes, 10 de febrero de 2017

Garrido: 'Sé lo que he hecho y lo que puedo dar, por eso merezco mi sitio'

José Garrido es un torero con esperanza. Tiene raza y ambición porque sabe que puede alcanzar el sueño que lleva anhelando desde que se calzó los botos por primera vez. Garrido quiere primero ser, luego estar para, con todo junto, mandar. En el ruedo marca su territorio pero fuera aún está en la fina cuerda que rompe ser un verso suelto. Un cabo vigoroso y bien atado que se siente dueño y protector de su barco. Acaba de aterrizar de Colombia donde guardará un recuerdo imborrable: el indulto de 'Tocayito' de la siempre exigente ganadería de Mondoñedo. Bogotá y Garrido, amor a primera vista. 


'Colombia, sensaciones únicas'.
'En Colombia viví sensaciones únicas, fue una experiencia diferente por todo lo que conllevaba el festejo: la reapertura, la sensación de que todo pendía de un hilo por las presiones políticas y antitaurinas... pero todo cambió cuando llegué. No vi ni un antitaurino, solo ilusión y ganas por ir a los toros. No hubo altercados ni sensación de peligro, al revés, hubo siempre una gran sensación de seguridad'.

'La afición me ha cogido cariño'.
'El año de mi debut en Colombia lo guardaré para siempre con cariño. Ya en Manizales cuajé un toro muy a gusto hace un mes pero lo de Bogotá fue indescriptible. El indulto y la oreja con fuerza que corté al primero calaron muy fuerte en la Santamaría. La afición es excelente y me ha acogido con cariño. Va a la plaza a disfrutar, a ver torear, a pegar el olé fuerte cuando tiene que hacerlo. Se entrega cuando ve a un torero dándo todo de sí mismo'.

Una experiencia inolvidable.
'La experiencia en Colombia fue para recordar. La primera ganadería que nos recibió tanto a Rafaelillo como a mí fue Mondoñedo. Además de ser un privilegio poder rodarte delante de un toro con una embestida diferente, el tentadero fue muy importante con vacas muy serias. Después, estuve en Achury Viejo, uno de los sitios más bonitos en los que he estado. Una hacienda colonial con solera, la plaza de tientas con un sabor especial y la oportunidad de torear cinco vacas gordas a más de 2700 metro de altura. Un privilegio'.

'Colombia tiene un sabor especial'.
'Allí redescubres que el toreo es grandeza. El trato que recibe un torero es maravilloso. En Achury Viejo nos enseñaron cartas de sus tatarabuelos, de las compras que hicieron cuando había esclavos o la biblioteca que es un monumento. Sí, Colombia tiene un sabor especial'.

José Garrido en el momento de indultar a 'Tocayito'



Rafaelillo, un amigo.
'Rafael llega al corazón sin esforzarse. Tenemos complicidad porque nos conocemos desde que estaba sin caballos. Es un tío que merece la pena, ojalá hubiera muchos más como él en el toro. Y por culpa de esa amistad tenemos mucha rivalidad en el ruedo. Cuando Rafa estuvo así de bien en el cuarto, yo salí a por todas. Fíjate como será que cuando estábamos en el hotel le llamé para cenar y me dijo: 'Que contigo no voy, que me has quitado los titulares' (risas).

España, de vuelta a la realidad.
'En Fallas no llegamos a un acuerdo pero no pasa nada. Este año Valencia llegará en julio. Siempre he dicho que he de hacerme respetar. Sé lo que he hecho en la plaza y sé lo que puedo dar, por eso merezco que me den el sitio que merezco'.

¿Y Madrid?
'Siempre he recibido buen trato por parte de Simón Casas. Estoy seguro de que este año también será así. Madrid de momento está en el aire pero de que iré a Las Ventas... de eso estoy seguro'.

¿Qué esperamos de Garrido para este 2017?
'Estoy mejor que el año pasado. Aunque el toreo no es trabajo, este invierno he trabajado duro. Me he esforzado en cada entrenamiento, en cada tentadero para crecer como torero. Soy el mismo del año pasado pero más hecho, más capaz. Con las mismas formas pero con mejor fondo'. 

Publicado en Mundotoro. 10.02.2016.

domingo, 29 de enero de 2017

Terapia contra el invierno

Un año más, Ajalvir se convierte en la terapia contra un invierno que cuando llega a San Blas comienza a hacerse muy largo para los aficionados. Una terapia de choque, que dirían los psicoanalistas. El hashtag #SucedióenAjalvir se instauró como santo y seña tras un paseíllo insólito ante la atónita mirada de una veintena de asiáticos en barrera que pensaban que aquello solo era la presentación de este espectáculo tan singular. Pero no, faltaban los picadores.

Los ‘ibanes’ de Alberto Mateos tuvieron buena presencia -enlotados en tres más altos y de caras más abiertas y otros tres más recogidos por delante y hondos de hechuras- y hasta tres prestaron un juego interesante, destacando el tercero y cuarto o lo que duró el primero. En el balance artístico primó lo estadístico: la primera oreja del año fue para Sánchez Vara.

Abrió la temporada un ‘Ibán’ de Mateos tocado hacia arriba de pitones, serio. Se movió con franqueza en los primeros tercios e incluso en la apertura de muleta, cuando se desplazó con codicia y transmisión. Sánchez Vara, después de un tercio de banderillas que remató con un par al violín, ejecutó una labor de oficio que se fue apagando con la voluntad del toro. El sol cayó y sin él llegó el frío que se contagió en el ambiente y en el ruedo. Lo más destacado del cuarto capítulo llegó con la precisión de cirujano con que Sánchez Vara colocó los tres pares de banderillas. El tercer tercio pasó sin mucho brillo, más allá de la voluntad del alcarreño que incluso se puso de rodillas. El efecto rápido del pinchazo hondo debió ser lo que animó a que cortara la primera oreja del año.

De mejores hechuras el segundo aunque astigordo por delante no dio opciones a José Arcila que dejó el momento más interesante en la elegante apertura a la verónica. Después, voluntad del colombiano en una faena larga en tiempo y escasa en contenido. También fue silenciado. Además de serio y muy astifino, el quinto fue complicado. En banderillas acortó dificultando el trabajo de los subalternos. Arcila logró varios compases de muletazos limpios que, a la postre, quedó como su firma en su paso por Ajalvir. Mató de una estocada habilidosa.

El tercero tuvo el aire del primero en su morfología, un punto alto y abierto de cara. Empujó en el caballo después de que César Valencia lo recibiera con un farol. En la muleta fue bueno el de Alberto Mateos, con fijeza y prontitud, mientras que el venezolano combinó momentos intensos -sobre todo al final- con otros en los que buscó el acople. El mal uso del descabello alargó la función. Cayó la noche, lo que dificultó y condicionó la lidia del sexto. Tampoco tuvo suerte Valencia con este animal, que se empleó en exceso en el caballo. La espada volvió a ser su asignatura pendiente.

Plaza de toros de Ajalvir (Madrid). Primera de Feria. Más de media entrada. Toros de Alberto Mateos, de buena presentación y de juego dispar. Destacaron tercero y cuarto. Sánchez Vara, silencio y oreja; José Arcila, silencio en ambos; y César Valencia, silencio tras aviso y silencio.