miércoles, 7 de marzo de 2012

La corrida concurso de Jerez


Apenas tres meses para el comienzo de la Feria del Caballo de Jerez, los rumores y habladurías sobre la posible presencia de José Tomás van in crescendo. Más cuando la temporada del madrileño está en duda de propios y extraños por su ausencia en Sevilla y en todas las de la casa Chopera (Bilbao, San Sebastián, Málaga, Salamanca… Media España).

Pensar en Jerez es recordar las bodegas de vino, la Ruta del Toro, los caballos, el toro de Osborne, Tío Pepe… y la corrida concurso. Los más jóvenes, yo, no recuerdan aquel acontecimiento que paralizaba el orden taurino en el planeta toros. Era un día de campanillas, como la Goyesca de Ronda.Hoy en día, pensamos en la corrida concurso como la de los zambombos, la de las ganaderías que ya no embisten, la de los jóvenes toreros que no pueden pelearse ante un mastodonte después de 5 o 6 puyazos. Esa corrida concurso carente de interés donde solo se da importancia al tercio de varas. Deberíamos llamarle la corrida concurso moderna.

En 1958 se inauguró esta práctica, que para desgracia de todos, dejó de realizarse en 1990, sin explicación aparente para que vuelva a ser una de las referencias del año. Pero lo que más llama la atención son los nombres que allí se citaban. Toros de Juan Pedro Domecq, José Luis Osborne, Carlos Núñez, Marqués de Villamarta, Fermín Bohórquez, Guardiola, Benítez Cubero, pero combinadas con los Buendía, Bartolomé o Miura. Los carteles quedaban rematados con Rafael de Paula, Curro Romero, Antonio Bienvenida, Antonio Ordóñez, Paco Camino, Rafael Ortega… Un espectáculo de primera categoría donde el toro es el gran protagonista. Pero el toro que embiste, el toro que da espectáculo. El toro elegido con mimo, de nota más alta para llevarse el premio que llevará con orgullo y acreditará a la ganadería.

Basta de la moda de un torismo utópico, del zambombo, del que no embiste. Las ganaderías y encastes pasan por etapas a lo largo de la historia. Quizás, este no sea el momento de muchas ganaderías que se piden a bombo y platillo. Hay que mirar al pasado, las cosas que se hicieron bien porque así podremos conocer el presente y vislumbrar un futuro, que siempre será incierto.

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