martes, 16 de marzo de 2010

En el Olimpo del toreo


Choque de titanes en el coso de Valencia. Un duelo a cara de perro que ha ganado El Juli pese a jugar a domicilio, y ya se sabe que las victorias en campo contrario valen doble, como dirían los periodistas que siguen estos días las andanzas de los equipos españoles en la Champions.

Pero la tarde era de Enrique Ponce que celebraba los 20 años en esto del mundo del toro, casi nada. Nadie le va a descubrir en estos momentos pero dio una lección con el mediano y reventó la plaza con el malo, malísimo. Ese quinto no tenía un pase para cualquier torero terrenal pero ya se sabe que los que pasan a la historia son los que rozan su muleta con el Olimpo de los dioses donde se encuentran solo los elegidos que están en la mente de casi todos.

No se puede embestir peor por el pitón derecho y con menos clase con el izquierdo y sacar una faena de tanta rabia y corazón. Quiso dejar huella y lo consiguió. Por ello pese a matar mal recibió una calurosa ovación.

Pero esto era solo el principio. En el tercero que fue soso le enseño a embestir y le metió en vereda y le lució. Una faena muy “en Ponce” que quiso vaciarle y se fue al desolladero sin ni una embestida. Tardó en caer y se quedó en una oreja.

Aunque El Juli era el convidado (no de piedra) del cumpleaños no quiso pasar desapercibido y fue a ganarle la batalla desde el primer momento. Así que nada mas salir el segundo fue a por todas. Toreo hondo y cuando se le fue el motor un arrimón que demostrase que quiere marcar/está marcando una época. Un estoconazo de los que él sabe para arrancar el triunfo. En el último de la tarde volvió al lío. Para comenzar realizó un quite por lopecinas antológico rematado con una larga cambiada y un pase de pecho con el capote templadísimo, pocas veces se ha visto un pase tan lento. A la replica fue Ponce con unas chicuelitas excelentes con gracia y salero.

La nota negativa fue la elección del ganado. Hasta el quinto fueron toretes anovillados sospechosos de pitones que deslucieron una tarde que debió ser para el recuerdo pero que los zalduenditos de andar por casa echaron por tierra. Los veterinarios tendrían que tener moral y no acceder al interés de toreros y empresarios.

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