lunes, 24 de octubre de 2011

De Chenel y oro


Y de repente amainó la lluvia, las nubes dieron paso a un sol resplandeciente que transmitía un calor impropio para los días de temporal que llevamos. En ese momento se abrieron las hojas de la Puerta de Madrid, la más grande del torero.

Entre vítores y aplausos salía el último torero de Madrid por esa puerta por la que salió siete veces, tocando la gloria con los dedos. Emoción. Palmas rotas. Quejíos de “TORERO, TORERO”. Tristeza… Un torero inolvidable.

Quizá sea el último torero de Madrid, porque Las Ventas era su plaza, su casa. En ella nació y se crió. Se hizo torero. ¡Y qué torero! Hasta en sus últimas faenas dando el pecho y cargando la suerte, porque si las facultades físicas fallaban, para eso estaban las muñecas.

Antonio Chenel recorría su octava Puerta Grande mientras salía el sol porque allí arriba le estaban abriendo la Puerta Grande del cielo por la que entraron Montoliú y Yiyo, sus amigos. Ellos te darán la bienvenida, no te preocupes, estarás como en casa.

De lila y oro, perdón, de Chenel y oro. Tu traje, tu color, tu esencia. Antonio Chenel  “Antoñete”. Gracias.

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