Jesús Enrique Colombo. Fotografía: Julián López/Mundotoro |
El Pilar pondrá al venezolano y al mexicano en una prueba de fuego. En el salto definitivo del que tan solo los elegidos son capaces de competir con los de arriba. Por el momento, la tercera de la Feria de Otoño mostró a dos toreros muy hechos que se impusieron a las dificultades que entramaron sus respectivos lotes de una novillada muy desigual de El Ventorrillo en el que los de calidad carecieron de motor y los que no se entregaron fueron más complicados. Ochoa, con dos novillos muy a menos demostró un concepto de trazo largo y profundo que le deja las puertas abiertas para volver.
Bien hecho, reunido de cara, hondo y con cuello fue el primero de El Ventorrillo que salió con muchos pies. Colombo lo paró sacándolo a los medios con un rápido juego de brazos. Apretó sobre las manos también en el primer puyazo pero ya a la salida del peto mostró su buena condición. En banderillas mostró su superioridad con tres pares, extraordinario el segundo por dentro, con tremenda facilidad y destreza. A la muleta llegó el utrero con calidad pero muy suave. Quizá demasiado para lo que exige Madrid a los animales. Así, el venezolano mostró un toreo relajado, templado y de mucho fondo. Ligó cuando el toro lo permitió, dejó la muleta más retrasada para ayudarlo después. El espadazo por sí mismo fue de premio pero Madrid lo midió como máxima figura.
Serio, tanto por sus hechuras como por sus pitones, fue el cuarto. Colombo lo recibió por caleserinas, con facilidad. No tuvo celo en el capote, siempre con la cara alta y desentendiéndose de todo cuanto sucedía a su alrededor. Tuvo importancia el segundo tercio con sumo poder. El segundo par al quiebro y el último como novillero en la capital de dentro afuera fueron de bandera. Brindó a Madrid y se echó de rodillas. No era el novillo ideal pero este gallo tiene mucha raza. Tanto fue así que el novillo se revolvió y lo zarandeó como para dejarlo sin alternativa. Colombo también tiene una máquina en la cabeza que comenzó a probar todas las maneras posibles para sacar lucimiento a este novillo que jamás de entregó: en los medios, más en el tercio, cerca del siete, muleta retrasada, perdiendole primero y ganándole la acción después… Todo fue mérito del venezolano que no se dejó nada. El cierre por bernadinas fue como si estuviera a punto de cortar las dos orejas. Riesgo, pundonor y raza. Otro ‘sopapo’ marca de la casa fue su rúbrica.
Carlos Ochoa. Fotografía: Julián López/Mundotoro |
El segundo se abrió de salida con buen aire lo que ayudó a Leo Valadez a torear muy encajado con el capote a la verónica. Más alto, enseñando las puntas, aunque bien hecho, tuvo buenas condiciones en los primeros tercios. En el quite por saltilleras de Ochoa mostró un pitón izquierdo de lío. Ese buen tranco lo mantuvo en banderillas pero fue en la apertura de muleta cuando el utrero hincó los pitones y giró sobre sí mismo dejando una voltereta que sería consecuencia fatal para su condición. Como si se hubiera lesionado del tranco delantero, no volvió a ser el mismo. Valadez lo mostró pero no hubo opción para el lucimiento.
El quinto estuvo hecho un punto cuesta arriba, y mayor del tren superior que del inferior. Ochoa entró en su turno de quites por caleserinas a lo que Valadez contestó por zapopinas de perfecta ejecución. Siempre soltando la cara y rebrincado se fue y se vino en la muleta del mexicano pero ahí estuvo su firmeza y seriedad para imponerse a la agresividad del final de cada muletazo. Tuvo genio en el fondo este complicado utrero sobre ambos pitones. El cierre a dos manos tuvo sabor. Lástima que el toro se cruzó y quedó una estocada fea.
Más hecho cuesta arriba, badanudo y con poco cuello fue el casi burraco tercero. Carlos Ochoa hizo su presentación en Las Ventas con una larga cambiada y ya desde los primeros compases el utrero mostró su falta de empuje. Sin obligarlo pasó el tercio de banderillas. El madrileño no perdió el tiempo y tras colocarlo en dos muletazos se puso a torear. Ochoa toreó con profundidad, con limpieza y con muy asentado. Las pocas virtudes deslucieron lo bueno que intentó hacer el joven novillero que ya al final con el toro entregado lo toreó en la corta distancia. Con el novillo sin ayudar nada, se volcó para enterrar la espada y dejar al toro sin puntilla.
Leo Valadez. Fotografía: Julián López/Mundotoro |
El novillo que cerró la tarde tuvo seriedad por delante, bajo de manos y de buenas hechuras. Además tuvo recorrido y humillación en los primeros tercios, sobre todo en un buen tercio de banderillas. Esa forma de deslizarse en el capote hizo despertar al tendido con un Ochoa decidido brindando al público y toreando desde los mismos medios del coso madrileño. Estuvo poderoso el novillero en esa primera tanda y el novillo nunca volvió a ser el mismo. Pudo resarcirse al natural donde volvió encajar lo riñones y alargar los muletazos. Fue ahí cuando llegó la voltereta, condición sine quanon del novillero. Ochoa lo es y así lo transmite. Dejó media estocada y con un descabello terminó con un ilusionante debut en Las Ventas.
Plaza de toros de Las Ventas. Tercera de la Feria de Otoño. Casi tres cuartos de entrada. Novillos de El Ventorrillo, bien presentados y de buenas hechuras. Con calidad aunque flojo el primero; con buen tranco hasta la voltereta el segundo; muy a menos el tercero; sin entrega ni clase el cuarto; rebrincado el quinto; y a menos el sexto.
Jesús Enrique Colombo, palmas y ovación tras aviso;
Leo Valadez, silencio y silencio tras aviso;
Carlos Ochoa, palmas y ovación.
Publicado en Mundotoro el 27/09/2017.
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