Foto: Arjona |
A 15 o 20 metros del toro,
qué más da. Estaba Curro Javier dando la pausa necesaria en el tercio para que
Barroso saliera hacia la puerta de caballos. Esperó un instante más, como
dándole tiempo para que bajara del caballo y no se perdiera lo que estaba a
punto de suceder.
Ni un zapatazo, ni un tirón,
solo un “Jeeeeeee” a mucha distancia para llamar la atención del toro. Se
arranca y a la par comienza a correr hacia atrás tanto como haga falta para que
de un capotazo, a la altura del albero, dejarle colocado. Pero a la hora de
darle esa caricia hay que pararse, sacar la mano que torea y acompasar con la
que sujeta. Y castigándolo, por bajo, enseñándole el camino. Y rápidamente
salir del plano para que no se encele.
Ahí es cuando se queda solo
frente al banderillero, frente a Juan José Trujillo. Dejándose ver. Ofreciendo
su cuerpo, su vida. El toro ya está con él. Pendiente de lo que haga y Trujillo
lo cita. En los medios espera a que se arranque, la máxima pureza y el máximo
riesgo. Cuerpo a cuerpo va a encontrarse con el toro, a mitad de camino. De
poder a poder. Para clavar y quedarse cuadrado entre los pitones, con el
corazón por delante. El mismo que le partieron a Montoliú. Y sale andando hacia
las tablas, sin buscar el lucimiento, solo con el objetivo de ir a por su
capote para seguir facilitando la labor de su matador. ¡Hasta Luis Blázquez lo
hace bonito! El mejor tercero del momento.
Rompen las palmas, suenan
los clarines mientras la banda del maestro Tejera toca en pasodoble para honrar
la belleza de ese momento, un momento histórico. Curro Javier ni se inmuta.
Vuelve a citar para cerrar al toro en el burladero y de una revolera suelta el
capote para torearlo a una mano, para no darle un capotazo de más. Sublime. La
Maestranza en pie y la cuadrilla entera saludando una atronadora ovación.
Tras la triunfal vuelta al
ruedo, tanto Curro Javier, como Juan José Trujillo y Luis Blázquez tuvieron que
desmonterarse y saludar desde los medios de la plaza. Un momento histórico para
una cuadrilla que pasará a la historia. ¡Qué bonito es el segundo tercio!
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