Foto: Borja Blanco http://www.toromundial.com |
Frío, aire, como si estuviéramos
en pleno mes de octubre, pero estamos a comienzos de temporada, los domingos
antes del temido San Isidro. Día muy desapacible que se demostró en la entrada
final, donde había algo menos de un cuarto de entrada. Pero cuando parece que
está todo perdido siempre sale algo, al contrario que en esas corridas donde se
espera que bajen las musas del toreo. La novillada que ha mandado Espartaco a
la primera plaza del mundo ha sido como para replantearse su situación en la
fiesta. Brava y encastada, los seis novillos se han movido con calidad y clase,
demostrando todas sus virtudes en la muleta. Han valido para dar una tarde de
espectáculo para los más exigentes. De procedencia Juan Pedro Domecq y Díez con
algo de Núñez/Torrestrella, ha sido una sorpresa para algunos noveles. Sin aire…
Hubiera retratado a los que se pusieron delante.
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Alberto Durán ha copado en
suerte el lote mejor presentado y, como no suele fallar, el de mayor
posibilidad de la tarde, yéndose al desolladero tres orejas que resumían la
calidad de la novillada. Aunque estuvo firme y dispuesto, faltó algo más en la
lidia del cuarto, un colorao de bandera que embestía a los vuelos de la muleta
quedándose colocado a la perfección para el siguiente muletazo. Con más ritmo y
ligazón hubiera levantado a unos tendidos fríos como la temperatura del
ambiente. El novillo era de cortijo, con recorrido y humillación. La mano
izquierda casi estuvo inexistente por culpa del viento, pero con un novillo así
hay que dejarse matar. Toro de vacas, como mínimo de vuelta, pero la
sensibilidad del palco se fue tras la espada del zamorano. Con el que abrió la
tarde, pudo sacarle algo más. Quizá no quedarse en el uno a uno, sino ligar
para traspasar la emoción al tendido. Calentar el ambiente. Pero el aire… ¡Puto
aire!
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Raúl Rivera estuvo vulgar.
Rápido y frío, solo transmitió en el tercio de banderillas donde estuvo puro,
buscando cuadrarse con el toro. Fue el primer gran novillo de la tarde, noble y
encastado, no supo buscar en el sitio idóneo para torear pues estuvo siempre
junto a la Puerta Grande donde el aire se mostraba en todo su esplendor. Al
quinto no le entendió. No le pudo, cuando pedía una mano firme que le obligara
para sacar algo de un toro que lo tenía todo guardado, y bueno. Recorrió todo
el ruedo de Madrid buscando el resguardo que solo le dio el callejón.
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La murciana Conchi Ríos dejó
un ambiente extraño. La predisposición que traía el público se convirtió en
estupor, tras los continuados desarmes y carreras. Con el tercero no se estuvo
quieta, pues la casta le acosaba buscando un siguiente muletazo que nunca
llegaba. Inédita con el capote, con el que cerró el festejo anduvo desconfiada
por culpa, en gran parte, del aire que la dejaba descubierta a merced del burel
El aire, el viento, el que no deja la
oportunidad al toreo. Peor que la lluvia, ¡Cuándo se darán cuenta! Ese que nos
estuvo siguiendo en una tarde fría más propia de final de temporada que de
pleno mes de abril.
Madrid. Un cuarto. Novillos
de Juan Antonio Ruiz Román. Nobles y encastados, de buen juego. Destacó el
cuarto, de vacas, con recorrido y humillación.
-Alberto Durán (Grana y oro) Palmas y ovación tras aviso
-Raul Rivera (Blanco y oro) Silencio y silencio tras dos aviso
-Conchi Ríos (Lila y oro) Pitos tras aviso y Silencio
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