lunes, 16 de mayo de 2011

Estar en novillero


Los aficionados a los toros son agoreros por naturaleza, pero no es de hoy. Siempre se pensó que cualquier tiempo pasado fue mejor. Incluso en aquellos años cuando se juntaron en el escalafón Camino, Viti, Puerta, Ordoñez, Curro, Antoñete… Pero no solo es una característica intrínseca de los toros. El futbolero añora al Madrid de las cinco copas, el del tenis al Santana que ganó Wimbledon o a los ciclistas con Bahamontes e Induráin. Pero no se acuerdan que unos ganaron la copa al mejor equipo de la historia, Nadal bate todos los records o Contador, pese a que le quieran trincar, será el mejor escalador de la historia.

Una de las corrientes que inundan a los agoreros es que no hay un grupo de novilleros que ilusionen y puedan llegar con fuerza al escalafón mayor. Esta afirmación ha sido refutada en la primera novillada de la feria de San Isidro. Dos nombres, el puntero Víctor Barrio y el joven Saúl Jiménez Fortes. No hay que perderles la pista porque quieren y, si tienen suerte, llegarán a ser todo lo que se propongan.

Estar en novillero es estar dispuesto toda la tarde. Es hacer un quite al toro del compañero y querer estar mejor que él. Es querer comerte al toro de salida yendo a puerta de chiqueros o recibiéndolo con torería. Es medir al toro en el caballo para que dure durante la lidia. Pero también es planchar la muleta, ponérsela y embeber la embestida del novillo, es cruzarse y aguantar la mirada que tanto asusta de estos Santa Colomas. En definitiva, es tirar la moneda y dejar una grata impresión que haga correr el nombre del novillero por el boca a boca de los aficionados. Y lo han conseguido.

Jiménez Fortes recibió al segundo con unas preciosas verónicas, saliendo a los medios. Del corte de Juli, con la mano que no torea pegada en la cintura y la otra embarcando la embestida desde el principio y soltándolo al final para que, con el celo que tenía el de Flor de Jara, volviera queriendo comerse los vuelos del capote. Es decir, dando el pecho, soltando la mano y con mucho empaque. A todo esto respondió Barrio con ceñidas gaoneras.

Al tercer muletazo, el novillo se le coló y por no querer rectificar, le cogió de lleno recibiendo una cornada en la parte lateral del muslo. Pero con valor y gallardía el torero se quedó en la arena sin ningún síntoma de dolor. Sabía perfectamente el toro lo que se dejaba y cuando tomaba el segundo muletazo y provocó que le topara en varias ocasiones. El malagueño, de casta y valor, insistió demostrando que no solo es valiente, sino que tiene un corte exquisito, de toreo caro que debe verse refrendado en una próxima repetición. Solo hizo falta un toro para que toda la plaza saliera hablando de él. No pudo matar el quinto, tuvo que ser operado.

Víctor Barrio estuvo muy firme toda la tarde. Como se tiene que estar. Y eso que le queda un contrato el día 30 con la de Ventorrillo. Pero no quería perder este tren. Quería ganarse la oportunidad de torear la siguiente tarde, aunque ya estuviera firmada. Incluso se jugó no poder torearla por una cornada, porque se arriesgó de verdad. Recibió al primero desde el centro de la plaza para ligar cuatro tafalleras con una media de rodillas que casi le cuesta un disgusto. Le arrolló e hizo hilo cuando corría hacia las tablas. Todo quedó en un susto. Pero todo no quedó ahí, además lo lució en el caballo dejándolo largo y picándole delantero. Detalles que agradece la afición porque ya no se ve. Demuestra que le funciona bien la cabeza.

El quinto tuvo mejor condición hasta que aprendió donde estaba el novillero. Solo le podía engañar dos veces, al tercer muletazo se le colaba. Las dos primeras tandas con la muleta planchada y arrastrada por el suelo fueron sublimes, pero poco a poco fue a menos. Da igual, ahí quedó una tarde para poner en las escuelas una y otra vez.

De Manuel Larios decir que se justificó con el sexto, el que más se dejó. Demostró que tiene buen corte. Con los otros dos no pudo acoplarse, es complicado lidiar una corrida de Santa Coloma sin conocer el encaste en profundidad.

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