Lo que va de un día a otro.
De anunciarse las promesas (mejor, realidades) del escalafón a las figuras, representantes
del G10. Lo que va de la emoción, lucha, competencia, amor propio a la nobleza
aborregada, al zapatillazo, a los infinitos pases. Todo sucedió en Valencia en
tan solo 24 horas.
Suele pasar. Una buena
corrida de las que le gustan a las figuras, tapa muchas malas. Las ganaderías
del Capea sobrevivieron el pasado año después de la buena corrida que echó el
pasado año en Valencia y que le cantó todo el mundo. Pero este año se volvió a
la realidad, aunque no esperen que este petardazo sea su cruz a lo largo de la
temporada. Que suelte una mala (mala quiere decir peleona, sin dejar respirar
al torero) Torrestrella, o encastada que provoque complicaciones, el caso de
Fuente Ymbro, que ya se encargarán de que se elimine del circuito.
Pero siempre hay toreros dispuestos
a salirse de la norma, la que nos reconcilia con el toreo y su mundo tan
particular. Iván Fandiño puso a todos de acuerdo. Esa faena al quinto de Fuente
Ymbro debe quedar en la retina de los aficionados y marcar el listón. Un listón
que deben rebasar los que quieran ocupar un lugar privilegiado, y los que están
ya allí para no bajarse de la burra, o por lo menos para que no dejen de
tenerles en consideración los aficionados.
Mención aparte merece su estocada, entrar a matar o a morir. Tirarse entre los pitones, literalmente. Fandiño no
quiere ser torero, quiere ser figura del toreo. Está en su mano y sabe cuál es
el camino. Pero también lo conocen Diego Urdiales y David Mora. Una terna que
ilusiona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario