Hay que sacar el toro a los
medios, meciéndolo más que toreando. Ayudándole para enseñarle a embestir. Todo
por bajo, con suavidad. Acariciando el estaquillador para transmitir una ligera
brisa que embelese al toro. Pero a la vez que sea firme para mostrar que ese es
el camino, tomándole por delante y arrastrándolo hasta más allá del infinito,
donde se pierde el olé.
Encajado, desmayado,
apretando los riñones, cuando se torea con la cintura, con el mentón hundido, roto
por dentro, “¡Qué me lleve, si el de negro quiere!” Olvidándose del cuerpo como
mero conductor de la belleza, del arte.
Le llaman la estatua, pero
hay algo más. Misterio, temple, hondura. No es el tremendista, el de la
cornada. No. Es el torero, José Tomás, el que nunca debió irse.
2 comentarios:
Sin duda, José Tomás es una de los más llamativos exponentes de la tauromaquia, su manera de exponerse al riesgo es abrumadora.
JT no es solo riesgo, también es toreo, es grandeza... Un saludo
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