Aquella fatídica tarde del 24 de abril pudo cambiar la historia del toreo. El mesías, que volvió para rescatar la fiesta que estaba de capa caída, cayó en la arena de coso hidrocálido roto de dolor sabiendo del tabacazo que llevaba encima.
Un pase del desprecio, o del desdén como dicen en México, hizo que el toro se le revolviera y le enganchara por la pierna izquierda a la altura del triangulo de Scarpa. La vida se le escapaba a chorros por el agujero que le había propinado un astifino toro de Pepe Garfias.
Perdió un paso, un solo paso que casi le provoca la muerte, pero el diestro fue fiel al lema de antes la cornada que el deshonor de dar un paso atrás.
Todas las noticias no son malas. A día de hoy ya ha abandonado la UCI y le han subido a planta, se encuentra despierto y pregunta con normalidad qué ha sucedido, aunque se acuerda de lo que sufrió cuando tuvieron que abrirle la pierna antes de que hiciera efecto la anestesia.
La recuperación será larga aunque en el caso de un torero nunca se sabe. Esperemos volverle a ver en los ruedos porque la fiesta le necesita en estos tiempos de crisis.
Maestro estamos contigo, mucha suerte y pronta recuperación.
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